Esopo – Diego Velázquez

Esopo, Diego Velázquez, 1639-1642, Óleo sobre lienzo,  179 x 94 cms, Museo del Prado.

El cuadro fue ejecutado con el  «Menipo» entre 1639 y 1642. En 1603, el flamenco Pieter Paul Rubens, siendo huésped de Felipe III por encargo de su protector (Vincenzo Gonzaga, duque de Mantua), pintó «Demócrito riendo» y «Heráclito llorando».

Ambas obras fueron colocadas primero en la Torre de la Parada, el pabellón real de caza, y posteriormente trasladada al Prado. Su ejecución pictórica y su vigor naturalista, típico del arte flamenco, influyeron sin duda a Velázquez  cuando se disponía a pintar «Esopo» y «Menipo».

Pero en vez de imitar servilmente los modelos de Rubens el artista prefirió , para representar a los famosos filósofos griegos, dos figuras de hidalgo en decadencia.

Mirando fijamente al espectador con inequívoca franqueza, Esopo, el gran poeta satírico cuyas fábulas fueron fuente de inspiración para La Fontaine, es presentado aquí con una expresión irónica que sugiere una actitud de desilusión de la humanidad no carente de indulgencia.

Más que representar a un antiguo poeta griego como una imagen tomada del pasado, Velázquez muestra una vez más al modelo como un hombre de su tiempo, inspirándose en sujetos tomados directamente de la gente corriente, como hacía también su contemporáneo Cervantes en sus «Nivelas ejemplares».

Aflora aquí una de las principales características de la obra del artista: sus modelos, aunque pertenecen a la misma época que él, tratan de trascenderla, al existir fuera de todo límite ligado al tiempo. Estos sujetos habrían sido perfectos tanto en los siglos anteriores como en los posteriores. 

La seguridad en la aplicación sobre el lienzo de un empaste denso en amplias pinceladas anticipa el estilo que será el de Manet. Los marrones dominan la gama cromática,  acentuando así la sencillez del sujeto.

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