Pedro Pablo Rubens (1577-1640)

Pintor del color, inventor de composiciones exaltadas, artista erudito, amigo de los soberanos, embajador ocasional, Pedro Pablo Rubens representó para toda una generación  de pintores europeos uno de los nuevos modelos de pintor universal.

Pedro Pablo Rubens autorretrato

Formado en Amberes, en el taller de Otto van Veen, Rubens llegó a ser un artista apreciado en todas las cortes de Europa. Respondía a los encargos de Vicenzo Gonzaga, duque de Mantua; de Felipe IV en la corte de España; de Carlos I de Inglaterra; del archiduque Alberto,  gobernador de los Países Bajos, y de María de Médicis,  que le pidió, en 1621, decorar su Palacio del Luxemburgo en París. 

Realizó también numeroso cuadros de iglesia para la ciudad de Amberes, con lo que se sumó a la renovación religiosa de la Contrarreforma.

El color y el movimiento de las obras de Pedro Pablo Rubens

En la obra de Pedro Pablo Rubens, el color no es sólo un elemento decorativo, sino la base misma de la pintura. El trabajo de la pincelada, el gusto por los empastes gruesos, la búsqueda de audaces combinaciones cromáticas (rojos y verdes, rosados y azules), y un sentido agudo de la escenificación,  confieren a sus telas de grandes dimensiones un carácter dramático y apasionado muy eficaz.

La adoración de los reyes magos – Rubens

Tenía en cuenta el futuro emplazamiento de las telas , por lo que jugaba con la expresividad de la arquitectura, acentuando la armonía de los matices y la fuerza virtuosa de las construcciones.

En 1611 creó un taller para responder a los innumerables encargos: rodeado por un gran número de alumnos y de colaboradores (Cornelis Schut, Bosschaert, van Thulden, Jacob Jordaens, Anton van Dyck), Rubens dirigió una producción prolífica. El taller produjo numerosos grabados de las composiciones y de los cuadros para difundir en toda Europa  la manera rubensiana.

Rubens y la nueva imagen del pintor universal

Al compararlo con el mítico pintor de Alejandro Magno, los contemporáneos de Rubens lo apodaron «el nuevo Apeles», debido a la universalidad de sus temas (una pintura cercana a la veracidad de los cuerpos, ya sea religiosa o profana), a su estilo, apreciado por todos, y a su excepcional estatus social e intelectual.

El pintor visitó Italia e integró su arte antiguo y contemporáneo a la manera de un entendido. Lo nombraron embajador ante el rey de España,  y fue íntimo de los letrados de Amberes, de los cuales pintó numerosos retratos.

El desembarco de María de Médicis en el puerto de Marsella, Museo del Louvre, París.

En sus múltiples composiciones (en las que se inspiró especialmente su alumno Van Dyck) adoptó las soluciones luministas del retrato veneciano y una gran libertad formal y cromática, favoreciendo las posturas naturales de un encuadre estrecho.

Su residencia en Amberes, síntesis de la academia, del taller y de la vivienda burguesa, se convirtió en el teatro mundano de una verdadera escenificación de su arte, así como de su identidad artística y social.

Por la amplitud de su cultura  y la variedad de los temas que abordó, y también por su dominio del color y su virtuosismo en la ejecución, Rubens fue considerado, hasta el siglo XIX, el arquetipo del pintor universal.

Principales obras de Arte de Pedro Pablo Rubens

Venus y cupido. 1601-1611. Óleo sobre tela. Colección Thyssen-Bornemisza, Madrid.

La exaltación del amor. Rubens pudo admirar las pinturas de Tiziano durante sus viajes a Italia y a España. Esta obra de juventud está directamente inspirada en la «Venus del espejo» pintada hacia 1555 por Tiziano.

Pedro Pablo Rubens retomó el tema clásico de la poesía renacentista (el poeta envidia el espejo, que tiene el privilegio de reflejar la imagen de la mujer amada) y añadió su estilo sensual y exuberante.

Si el conjunto de la composición revela el carácter italianizante del tratamiento, también denota la destreza de Rubens, especialmente en el modelado de las  carnes desnudas mediante la intensidad variable de las luces, la fogosidad de los colores y la energía general de los cuerpos.

Milagros de San Ignacio de Loyola, 1617-1618. Óleo sobre tela. Kunsthistorisches Museum, Viena.

El cuadro «Milagros de san Francisco Javier» fue una de las primeras contribuciones de Rubens a la decoración de la iglesia jesuita de Amberes.

San Ignacio, el funador de la orden de los jesuitas, celebra una misa ante el altar durante la cual bendice a los suplicantes y ahuyenta demonios y poseídos.

Ayudado por las descripciones del erudito Pedro de Ribadenaira, Rubens multiplica los elementos precisos y los detalles anecdóticos que aclaran la escena.

La perspectiva descendente del transepto (alusión al de San Pedro de Roma), la exageración de las expresiones  y el tratamiento diferenciado de las carnes constituyen una composición clara y violenta a la vez.

El vientre prominente de Sileno, su caminar vacilante, a duras penas sostenido por los sátiros, y las expresiones acentuadas de todas las figuras, alejan esta composición de las bellezas ideales de la escultura de la antigüedad,  refiriéndose al mismo tiempo a varios modelos de la estatuaria griega.

El gesto del personaje que, sosteniendo a Sileno, le agarra una masa carnosa, resume por sí solo una obra enteramente dedicada a la celebración de la carne y del cuerpo.