El triunfo de Baco (los borrachos) – Diego Velázquez

1628-1629, Diego Velázquez, Óleo sobre lienzo,  165 x 227 cms, Museo del Prado.

Baco, dios del vino y de la alegría orgiástica, aparece semidesnudo, con la colgante carne del busto de un blanco mórbido o enfermizo, coronando de hiedra a un campesino arrodillado delante de él. Baco es aquí más un joven que interpreta a una divinidad  que un dios auténtico.

Otros personajes populares, unos respetuosos, otros regocijados, están presentes en la parodia de la coronación y se apretujan alrededor del dios como si éste fuese uno de ellos. 

En la escena, los campesinos no están relegados, como sucede a menudo en la literatura de la época,  al papel del bobos, cuya necedad elogia por contraste la sofisticación de un mundo ideal y esencial.

Antes bien, se subraya que su fatigoso trabajo, mediante el cual se sientan las bases del bienestar social,  es premiado fastuosamente por el dios con las alegrías del vino.

Algunos detalles del cuadro remiten a la tradición del bodegón y demuestran de manera clara cuán relevante era todavía el modelo caravagesco, tanto en el uso directo de los motivos (el «Baco» de Caravaggio,  1598, Florencia, Galleria degli Ufizzi) como con la mediación del caravaggista español José de Ribera.

La mirada del hombre de frente al espectador así como su cara recuerdan los de Ribera. Su sonrisa convierte la solemnidad del rito en una diversión entre pícaros, dando una posible interpretación de la escena: se trata de la parodia de un episodio mitológico.

Cubiertas apenas por un paño, el jarro y la botella de vidrio, de la cual sólo se ve el fondo, son un magnífico ejemplo de naturaleza muerta a los pies de Baco, así como un don a él ofrecido. Especialmente grato es el juego de reflejos que da relieve a los volúmenes.

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