El aguador de Sevilla – Velázquez

1620, Óleo sobre lienzo,  105 x 80 cms, Wellington Museum de Londres.

Vemos en esta obra a un hombre de edad, vestido de manera pobre y sencilla, que tiende a un niño una copa, cuya transparencia revela la presencia de un higo para perfumar el agua con «virtudes salutíferas».

El muchacho,  con la cabeza ligeramente inclinada, se apresta respetuosamente para recibir la copa. Entre las cabezas de ambos se entrevé, en penumbra, la de un joven más alto que bebe con avidez de una jarrilla de cerámica. Con respecto a la interpretación de esta composición,  se puede pensar en la alegoría de las tres edades,  del hombre maduro que accede al conocimiento.

Bajo la manga descosida de la túnica oscura del viejo se asoma el brazo, que apoya en el cántaro y sale del espacio del cuadro para invadir el del observador. Con esta nota innovadora, Velázquez parece anticipar las naturalezas muertas de Cézanne y de Juan Gris.

Una imaginaria luz en espiral parece salir del ánfora del primer plano, para pasar después por la alcarraza o vasija para mantener fresca el agua, más pequeña, y concluir en las tres cabezas por orden de edad, acabando en el viejo aguador.

A los ojos de los contemporáneos, la escena solemne del cuadro tiene también, sin embargo, una característica burlesca: en una de las novelas picarescas tan difundidas entonces, expresión de la sociedad española al igual que las obras de Miguel de Cervantes, aparece precisamente un aguador de Sevilla que recuerda al cuadro de Velázquez

Reina en la composición una cierta inmovilidad , análoga a la de la «Vieja friendo huevos», mientras que es evidente el extremo dominio de la materia y el dibujo.

Existen dos copias de la obra, una en la Walkers Art Gallery de Baltimore y otra en la Galleria degli Ufizzi, en Florencia.

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