Al modo de los arcos de triunfo, se han conservado algunos montajes del Arte Efímero. Esta permanencia en el tiempo convirtió una obra temporal en un monumento que se integró en el proyecto urbano y le confirió una dimensión conmemorativa.
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Columnas, obeliscos, arcos de triunfo y catafalcos que provienen de la antigüedad romana forman parte hoy en día de la arquitectura urbana de las grandes ciudades.
Por ejemplo, se acostumbraba celebrar a un general victorioso por medio de la construcción de un «arco» en su gloria sobre el trayecto «triunfal» que recorría desde su entrada solemne en Roma hasta el Capitolio.
Los monumentos fúnebres, a menudo una hoguera, tenían la función de acompañar el alma del difunto hasta los cielos. Estos edificios, de madera o piedra, no solían tener una duración más allá de la ceremonia.
En el Renacimiento, los pretextos para tales construcciones se diversificaron. El nacimiento de nobles y poderosos, las fiestas de coronación, la entrada de un rey en una ciudad y, evidentemente, las pompas fúnebres, requerían del talento de los artistas, quienes sabían imaginar y crear construcciones fantásticas o grandiosas escenografías.
Se exaltó la teatralidad presente en toda representación o celebración, y el monumento efímero se integró en el acto conmemorativo, festivo o político.
Las fiestas, los placeres y la muerte. Temáticas.
Las formas arquitectónicas utilizadas en las construcciones efímeras eran múltiples y dependían del tipo de celebración. Estas festividades, que a veces se acompañaban de fuegos artificiales, incluían carros y, en las ciudades bañadas por cursos de agua, embarcaciones decoradas y provistas de baldaquinos.
Para las ceremonias oficiales se realizaban arcos de triunfo, tribunas y estrados decorados con tapices o bajorrelieves. En todos los casos, resultaba significativo el simbolismo de las formas.
Así, el elefante, que representaba la fuerza y la determinación, se asociaba a la imagen de los poderosos: todavía es posible ver en la plaza de Minerva en Roma una estatua de Bernini que data de 1667 y que representa a un elefante sosteniendo un obelisco.
Se trata de una réplica en material sólido de un monumento efímero erigido con ocasión del nacimiento del infante de España en 1651. En realidad, la obra original era un tanto diferente, ya que el elefante arrojaba llamaradas por la trompa.
Para las ceremonias fúnebres se realizaban catafalcos -estrados sobre los cuales se colocaba el féretro del difunto durante el velatorio-, baldaquinos y construcciones en forma de pirámide que simbolizaban la elevación del alma hacia el cielo.
Algunas obras del Arte Efímero
Relato de la entrada de Enrique II, rey de Francia, a Ruán el 1 de Octubre de 1550, cortejo de caballeros pasando frente a la tribuna. Biblioteca municipal de Ruán.
El rey toma posesión de la ciudad. La entrada de un rey a una ciudad, como esta de Enrique II a Ruan en 1550, constituía en el antiguo régimen un acto solemne que reafirmaba los deberes mutuos de fidelidad y benevolencia entre el rey y sus súbditos.
La tribuna construida para la ocasión, delante de la cual desfilaban los caballeros, era el signo de la supremacía real. Ella atraía las miradas hacia el rey y permitía desplegar las insignias de su poder.
Tapices con flores de lis, coronas de laureles y escudos de armas constituían ornamentos significativos de su poder y sus prerrogativas.
El carrusel del Elefante. Antoine Caron.
Antoine Caron fue pintor oficial de Catalina de Médicis. Este cuadro muestra una fiesta donde se desarrollan varios tipos de diversiones: fuegos artificiales representados por los fulgores del plano de fondo, un carrusel, un espectáculo de torneo ecuestre y destreza, y finalmente un elefante sobre una plataforma que lanza fuego.
Esta curiosa construcción, con la que luchan personajes armados con escudos, concentra toda la atención de la corte, y nos permite apreciar la inventiva y la habilidad de los arquitectos hacia lo efímero.
Preparativos para los fuegos artificiales en honor del nacimiento del delfín. Giovanni Paolo Pannini. Plaza Navona en Roma. Óleo sobre tela. Museo del Louvre.
Roma de fiesta: una ciudad de luz. En Italia, a partir del Renacimiento, los mejores arquitectos, pintores y escultores se asociaban a las numerosas festividades que jalonaban la vida de las diversas cortes.
Pannini, pintor romano del siglo XVIII que se hizo célebre por sus panorámicas arquitectónicas de la ciudad, también realizó decorados de fiesta para poderosos comitentes. Este cuadro testimonia la importancia cultural y urbana de tales acontecimientos.
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