Las visiones delirantes que ofrecen algunas de las tablas del pintor, dibujante, y posiblemente ingeniero hidráulico y arquitecto Mathis Nithart o Gothart, más conocido como Matthias Grunewald, lo han convertido en el intérprete por excelencia del dolor, la angustia y la crisis de valores que azotó el mundo germánico de finales del siglo XV y primeras décadas del siglo XVI.
Siempre de tema religioso, sus obras dan razón de un pintor amante de la belleza, del color y de la composición que pone la tradición germánica y su conocimiento de la pintura flamenca y, acaso, de la italiana al servicio de unas imágenes que constituyen la última manifestación del misticismo cristiano medieval.
No se conservan otros testimonios de su época que las noticias de archivo que han permitido perfilar, aunque de manera fragmentaria, su biografia. Tras su muerte, el filósofo Melanchton, discípulo de Lutero, reformador de la enseñanza y amigo de Durero, Cranach y tal vez del propio Grunewald, se refirió al pintor situándolo entre los grandes maestros alemanes: «El estilo de Durero era bastante amplio y obtenía los matices con líneas tupidísimas. Las pinturas de Lucas (Cranach) son más débiles y, aun siendo agradables, su cotejo resalta la gran distancia de las mismas con respecto a Durero. Matías (Grunewald) mantenía el justo medio».
Lo cierto es que el nombre de Grunewald sucumbió ante la celebridad de Durero. A este se asignaron muchas de las obras de Grunewald e incluso algunos creyeron que Durero había pintado el Retablo de Issenheim. El siglo XIX fue restituyendo la memoria y la valoración de Grunewald.
A principios del siglo XX, el interés por Matthias Grunewald se renovó. La presentación del Retablo de Issenheim en la Alte Pinakothek de Múnich (1917-1919) significó el verdadero descubrimiento contemporáneo del pintor, especialmente por parte de los expresionistas alemanes, que reconocieron unos orígenes legítimos en el arte exasperado y agresivo del retablo alsaciano.
Emil Nolde, uno de los pintores que sentiría la influencia de Grunewald con mayor intensidad, no dudó en calificarlo como «el más grande de todos los pintores». Pero si el expresionismo lo llevó a la cumbre, cuando se afianzó el movimiento nazi lo bajó a los infiernos al considerarse su pintura como «entartete Kunst» (arte degenerado).
Nada se sabe con certeza de su etapa de formación ni del modo en que adquirió el conocimiento de la pintura flamenca y los ecos de la italiana que delatan algunas de sus tablas. La crítica reconoce unánimemente, sin embargo, la influencia de Holbein el Viejo en las primeras obras del autor.
Quizá Matthias Grunewald trabajara en el taller del afamado maestro de Augsburgo o tal vez ambos coincidieran en Frankfurt, adonde Holbein viajó en 1500 para realizar un retablo de la iglesia de los dominicos de la ciudad.
Obra de Matthias Grunewald
A tenor de lo que conocemos, realizó numerosas representaciones del tema de la crucifixión de Cristo. En ellas se aprecia un progresivo decantamiento hacia un dramatismo cada vez más esencial en la captación humana e hiriente de la muerte de Cristo, que gana en intensidad desde la llamada «Pequeña crucifixión» de la National Gallery de Washington (c. 1510) hasta la Crucifixión que estuvo en la iglesia parroquial de Tauberbischofsheim, y que tiene su justo medio en el «Retablo de Issenheim » (c. 1510-1516, museo de Colmar).
Dos años después (1518) Matthias Grunewald concluye el «Retablo de la Virgen de las nieves», encargo para la Colegiata de Maguncia (Augustinermuseum, Friburgo). En 1520 pinta la «Tabla del encuentro de san Erasmo y san Mauricio (Alte Pinakothek, Munich), que ocupó el altar de San Mauricio de la colegiata de Halle.
El año 1525, año de la sangrante derrota de los campesinos alemanes, parece marcar el declive de la actividad artística de Grunewald. En 1526 es acusado de luteranismo, cuestión por la que se traslada a Frankfurt donde vive en casa de un bordador de seda y se dedica a actividades comerciales. En verano de 1527, tras dictar testamento a favor de su hijo, se traslada a Halle, donde fallece un año después.
La pintura de Matthias Grunewald no cabe en los conceptos de Edad Media y Renacimiento al uso. Es un pintor que surge del universo gótico y que frente al orden y la racionalidad impuestos por el Renacimiento italiano rescata la irracionalidad y la espiritualidad propias del arte germánico.
Su color y su luz, que sabe manejar intensamente, como sabe, cuando le interesa, apagarlos en simbólico silencio, y sus figuras, que se conforman y deforman olvidando por completo cualquier intento de acercarse empíricamente a la realidad, no son tanto expresión individual como manifestación de un mundo que se derrumba, en el que la autoridad del emperador es combatida y el poder de Roma es contestado, un mundo azotado por la peste y la sífilis, en el que los campesinos se rebelan y en el que católicos y reformadores pasan del enfrentamiento dialéctico a la lucha sangrienta.
En la pintura de Matthias Grunewald desaparece la serenidad que aún se advierte en la de Durero. Está dominada por el arrebato místico y el realismo dramático; aunque no faltan la alegría o el sosiego, predominan la inquietud, la amargura y la desesperación.