Niño con perro – Murillo

1660, óleo sobre lienzo,  74 x 60 cms, Ermitage de San Petersburgo.

Comentario de la obra «Niño con perro» de Murillo

Como la «Muchacha con frutas y flores», entró en Rusia como propiedad del príncipe Galitzin, que los compró en 1772. Se trata de una de las primeras obras del pintor sevillano que anuncian el tono alegre, desenfadado y lúdico de sus famosos cuadros de género infantil.

Pintado más de una década antes de la célebre serie de la Alte Pinakothek de Múnich,  podría tratarse de un encargo aislado o de una pintura para uso y disfrute personal. El cuadro retrata a un muchacho que inevitablemente trae a la memoria al desharrapado «Niño espulgándose» del Louvre.

Tanto los ropajes, aunque menos estropeados en el cuadro del Ermitage, como las facciones y el color pálido de la tez parecen aludir al mismo modelo. Cobra fuerza la hipótesis de que se trataría de un mismo muchacho realizando dos acciones muy diferentes.

Si el cuadro del Louvre representa la cruz, o la indigencia y la soledad, aquí se estaría mostrando  la cara, o la alegría de vivir. Para ello Murillo se sirve por primera vez en este tipo de cuadros infantiles de un paisaje abierto, en el que  se aprecia en el margen derecho una tapia en ruinas.

La economía de elementos, que se reducen al muchacho con el serón (cesta grande, alargada y estrecha, generalmente de esparto) en la mano y al perro, contribuyen a que toda la atención de la obra se centre en el sentimiento de felicidad que emana la sonrisa del chico.

De hecho, el tema de este cuadro no puede ser otro, convirtiéndose el mudo diálogo entre chico y perro en una excusa perfecta para estudiar la alegría en la época más optimista de la vida, la infancia.

Teniendo en cuenta el verdadero tema del cuadro, se puede deducir que su verdadera belleza reside no en los rasgos físicos del protagonista, sino en la frescura y vitalidad que éste irradia.

La expresión del niño, que parece querer decirle al animal que no tiene nada en el capazo para darle, es una bellísima muestra de la genialidad de Murillo  a la hora de pintar los sentimientos humanos más tiernos.

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