La anunciación – Murillo

1640-1655, óleo sobre lienzo,  183 x 25 cms, Museo del Prado 

Comentario y análisis de la obra «La anunciación» de Murillo

Forma parte de un tipo de escenas llenas de un dulce misterio y lejos de cualquier tensión o conflicto, de gran éxito en la sociedad sevillana de su época.  La ciudad había sufrido una grave epidemia de peste en 1649 y atravesaba un siglo de decadencia  económica y demográfica.

No es de extrañar, pues, que las pinturas de este género gozaran de gran popularidad como medio de evasión y de búsqueda de alivio. Es una representación de la Anunciación con todos los elementos característicos.

La Virgen está leyendo las sagradas escrituras en un momento de descanso de sus tareas domésticas, como atestigua el cesto de labor del primer plano, cuando es sorprendida por el arcángel san Gabriel, que le da la buena nueva. 

La obra es una buena muestra de la plenitud de estilo alcanzado por Murillo. El rompimiento de gloria y el cortejo de angelitos, así como el sentimiento amable y la gracia que destila la Virgen María, se enmarcan en la adquisición de un estilo propio e inconfundible.

Las nubes irrumpen en un escenario clásico, que sólo se advierte difuminado en el fondo, para iluminar las figuras del primer plano. En el centro de la composición, la luminosa paloma del Espíritu Santo actúa como principal foco de luz. La Virgen, que se encuentra arrodillada casi de frente, cruza las manos sobre el pecho  en un hermoso gesto de devoción.

Atendiendo a los preceptos del naturalismo, el delicado rostro de la Virgen debió inspirarse en una adolescente morena de su ciudad.  En cuanto al arcángel, que, en riguroso perfil, apoya la rodilla izquierda en tierra, recuerda en composición y espíritu a los modelos del Renacimiento. 

El cuadro formó parte de la colección de la reina Isabel de Farnesio,  que lo adquirió en 1729.

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