El buen pastor – Murillo

1655-1660, óleo sobre lienzo,  123 x 101 cms, Museo del Prado.

Comentario y análisis de la obra «El buen pastor» de Murillo

Este pequeño lienzo fue y sigue siendo uno de los más populares de Murillo. En un entorno agreste en el que se hallan diseminados restos de arquitectura clásica, se representa al Niño Jesús como un  pastor que sujeta un cayado en la mano derecha y apoya la izquierda en una oveja. En el fondo, bajo un denso cielo grisáceo, se divisa el resto del rebaño.

El tema del Buen Pastor procede de un texto de san Juan  en el que se compara a Jesucristo con el pastor que sacrifica la vida por sus ovejas. La simbólica presencia de un animal en el primer plano ha hecho pensar en la parábola de la oveja descarriada, extraída del Evangelio de san Mateo (18, 12): «Si uno tiene cien ovejas y se le extravía una, ¿no dejará en el monte a las noventa y nueve e irá en busca de la extraviada?».

La seriedad del tema queda perfectamente plasmada en este lienzo en el que, a pesar de la ternura del Niño Jesús,  prevalece un tono general retórico y misterioso a la vez, subrayado por el empleo de una paleta de tonos fríos.

La composición está muy estudiada, sin que por ello parezca artificiosa. El Niño y la oveja dominan el centro y subrayan un eje vertical, recalcado a su vez por la columna quebrada del fondo.

El contraste barroco aparece sugerido por la diagonal que trazan la pierna izquierda del Niño Jesús,  su cayado y las dos manchas de sombra de donde éste termina.

Lo que en apariencia se muestra como una sencilla escena  bucólica  encierra una poderosa carga simbólica que no debió de pasar inadvertida a los fieles católicos de la Sevilla del siglo XVII. 

Murillo explica de forma artística los misterios de la religión y los hace accesibles a todos. Originariamente, el cuadro era más pequeño (107 x 85 cms), pero fue ampliado para emparejarlo con el san Juanito del Prado, como se puede apreciar en los contornos.

Perteneció a la reina Isabel de Farnesio,  que lo adquirió en 1744.

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