1648, óleo sobre lienzo, 207 x 162 cms, Institute of Arts de Detroit.
Murillo representará este episodio del Nuevo Testamento en varias ocasiones a lo largo de su carrera. La devoción a san José estaba muy arraigada en la España del siglo XVII por impulso de santa Teresa de Ávila y de la Compañía de Jesús.
De ser una figura testimonial durante la Edad Media y el Renacimiento, en el Barroco san José adquiere un papel relevante como padre de familia, que se adecúa perfectamente a la religiosidad difundida por la Contrarreforma.
Muestra de ello es que en 1621 el papa Gregorio XV decretara la celebración oficial de la festividad del santo. A la luz de esta reinterpretación, san José adquiere el aspecto de un hombre robusto de entre treinta y cuarenta años, que se gana el pan con su trabajo, como recuerda el cesto de herramientas de carpintero que carga sobre su espalda.
La «Huida a Egipto» de Detroit es pareja del lienzo homólogo del Palazzo Bianco de Génova, del que erróneamente se creyó copia, inspirado asímismo en un grabado de Martin de Vos.
Esta segunda versión, mucho mejor que la primera , muestra a un san José de rostro enérgico que sostiene con firmeza el ronzal del asno y mira con preocupación a la Virgen y al Niño. La cabeza del santo es espléndida y sus rasgos recuerdan a los del san José de la «Sagrada Familia del pajarito».
Murillo se vale de un suave claroscuro para concentrar el principal foco de luz en el hermoso conjunto de la Virgen y el Niño. Éste descansa plácidamente, en contraste con la preocupación que muestran sus padres ante un futuro incierto.
El paisaje agreste ahonda la sensación de incertidumbre que respira la escena. Atendiendo al estilo de la época, las tres figuras están retratadas con naturalismo, lo que no les impide hacer gala de una cierta elegancia ideal.
El acierto del artista sevillano a la hora de interpretar la historia sagrada de una forma sencilla, cercana a los fieles, es una de las claves del éxito y la popularidad de su pintura.
Comentario de la obra «Descanso en la huida a Egipto» de Murillo
En pocas obras se ha explorado el tema del sueño infantil con la belleza y delicadeza de éste. El asunto se venía interpretando desde el Renacimiento y existían excelentes cuadros, como el «Descanso en la huida a Egipto» de Rubens en el Museo del Prado, o «El descanso» de Van Dyck en Munich, que lo habían tratado.
Sin embargo, rara vez tiene un papel tan protagonista como en esta pintura, en la que todas las figuras parecen no atender a otra cosa que no sea a velar el sueño del Niño. La Virgen levanta el cendal y muestra a su hijo desnudo con un gesto admirativo, algo teatral.
Un san José joven y apuesto observa la escena sujetando con la mano izquierda el cabestro del asno para que ningún ruido despierte a la criatura. Por su parte, los dos angelitos rafaelescos de la izquierda parecen contenerse mutuamente para no perturbar su paz.
La obra revela el buen conocimiento de Murillode la pintura italiana que sin duda conocería del natural en su viaje a Madrid. Domina una sensación general de serenidad y silencio, como si el mundo se hubiera detenido para contemplar el sueño del Niño Jesús.
La espontaneidad y la delicadeza con que está pintado todo el cuadro, pero sobre todo las figuras centrales, contribuyen a la sensación de sosiego que produce este Descanso.
De origen desconocido, y copiado en numerosas ocasiones, el lienzo aparece citado por Sanders en su «Description de l’Hermitage» de 1805.
Existe una hermosa «Sagrada Familia » de Murillo en la colección Chatsworth en Derbyshire que retoma el tema del sueño del Niño.
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