La imagen de Cristo sufriente, de medio cuerpo y sobre fondo neutro, llena la composición, sin aditamentos iconográficos que distancien la atención del observador.
Como es frecuente en Luis de Morales, la esencia del ser y su condición humana domina el espacio y la representación, con un mensaje de espiritualidad y ascética contención.
Comentario de la obra «Ecce Homo» de Luís de Morales
La composición está próxima al «Varón de Dolores», según grabados e ilustraciones de los siglos XIII y XV, recuerda el de Van Meckelem de 1494 (G. Schiller: «Iconography of Christian Art II», fig. 686), pero la presencia de los clavos permite su identificación con el Ecce Homo; imagen del sufrimiento eterno que supera el humano dolor que infringen las cuerdas, las espinas y los clavos.
Morales renuncia a la presencia de la lanza de Longinos; renuncia que tuvo su reflejo en la crítica de los historiadores (y asimismo artista) Pacheco y Palomino. El delicado tratamiento del cabello de Cristo, en esta versión, evoca el elogio de Palomino a sus pinceles, «que despiertan el deseo de soplarlos para que se muevan».
La calidad técnica y el dulce abandono permiten incluir este Ecce Homo en su producción autógrafa, al margen de la intervención de taller en este tema, expresión del sentimiento devoto español, de amplia repercusión en la época, y reiterado en su producción.
Ejemplos similares se conservan en la Real Academia de san Fernando y colección Osuna, figuró en la Bachstitz Gallery de La Haya, en el retablo de Arroyo de la Luz, una versión de Cristo acompañado de un lacayo, y otra familiar, en rasgos y modelos, en la Hispanic Society de Nueva York. Este Ecce Homo pertenece a la colección del Banco de Santander.