1487. Pintura sobre tabla. 207 x 146 cm. National Gallery de Londres.
En la segunda mitad del siglo XV, la ciudad de Ascoli, situada almsur de las Marcas, deseaba recuperar la autonomía administrativa (la «Libertas Ecclesiastica») que Roma le había otorgado en 1390 y que, más tarde, le fue anulada.
Con este motivo la ciudad envío dos emisarios ante Sixto IV, el cual anunció la pronta llegada del obispo a la ciudad, lo cual se interpretó como la concesión de la anhelada «Libertas Ecclesiastica» cuando fue conocido en Ascoli el 25 de marzo de 1482, fiesta de la Anunciación. La ciudad celebró anticipadamente la buena nueva y Sixto IV se vio obligado, sin más dilaciones, a darla por hecha.
Para conmemorar el acontecimiento, la ciudad comisionó , en 1484, una tabla al compañero de Carlo Crivelli, Pietro Alemanno, tabla hoy conservada en la Civica Pinacoteca de Ancona.
Al cabo de dos años los frailes Menores Observantes de la iglesia de la Annunziata, donde terminaba la procesión anual que se instituyó en memoria del anuncio del autogobierno a la ciudad, encargaron otra al propio Carlo Crivelli (1486, National Gallery de Londres)
Más que la Anunciación, Carlo Crivelli tiene una singular ocasión de demostrar, como no hace en ninguna otra pintura, su conocimiento de la perspectiva. Para ello adopta, por primera vez, el concepto de composición untitario renacentista, y sustituye los fondos dorados, que le son tan caros, por imponentes construcciones arquitectónicas de gusto clásico, que sirven tanato para definir el espqcio que ocupan las figuras como para atestiguar la riqueza y el espíritu humanista que parecen gobernar la vida cívica de Ascoli.
El pintor nos adentra en el cuadro a través de un zócalo o peldaño marmóreo, dispuesto en primer término, en el que una inscripción con caracteres lapidarios, interpuesta entre tres escudos de armas -el del obispo de Ascoli, el del papa Inocencio VIII, sucesor de Sixto IV, y el de la ciudad-, señala el significado conmemorativo de la tabla.
La Virgen se sitúa en una estancia de un palacio, arrodillada y con los brazos cruzados, leyendo un libro que descansa en un atril, mientras un rayo de luz divina surge del cielo y cruza a través de un óculo el ornamentado friso del entablamento del palacio para alcanzar los rubios cabellos de María.
Al arcángel, de rígido perfil y hermosos cabellos ondulados, lo acompaña el patrón de la ciudad, san Emigdio, que, arrodillado como él, parece interesado en interrumpir el diálogo místico para mostrar al mensajero una detallada maqueta de Ascoli Piceno, la ciudad por la que intercede ante el Supremo.
En esta Anunciación Crivelli ordena las arquitecturas de tal manera que todas sus líneas longitudinales converjan, como lo hacen las de las baldosas, en un único punto de fuga situado en el centro de la reja de lo que parece ser lienzo de muralla de la ciudad.
Esta ilusión óptica de profundidad, de representar un espacio cuyo único límite es el horizonte, ésta reforzada por elementos secundarios, como las jaulas de pájaros vistas desde ángulos distintos, y por los personajes que se disponen estratégicamente en esa supuesta calle de Nazaret, que es Ascoli .
Pero donde el pintor, dejando a un lado los ornamentos de la arquitectura, como el de las pilastras del primer término, describe con detallismo más veraz y , por ende, flamenco, es en la «camera virginis».
Desde la cortina que descubre el lecho virginal hasta el artesonado y el veteado de las paredes, el pintor se esmera por emular a los flamencos como hace, sobre todo, en el estante, en el que se acumulan libros , cajas, candelabros, tarros, platos y botellas en una composición de naturaleza muerta que obliga a pensar en el necesario conocimiento, por parte del veneciano, del arte de Van Eyck, ya fuese a través de las obras que de este pintor se guardaban en Nápoles o en Florencia, ya fuese a través de la intermediación de Antonello da Messina.