El mensajero – Fray Juan Ricci

Un joven lleva una carta, que entrega inclinándose a un interlocutor ausente, que suponemos frente a una mesa, según revela la placa de rayos X. La observación directa del lienzoes suficiente para advertir las juntas de telas del soporte en amplias zonas, correspondientes a un injerto.

El mensajero – Fray Juan Ricci

Comentario de la obra «El Mensajero» de Fray Juan Ricci

La estructura material de la superficie es distinta al resto. El lienzo está forrado y repintado. Es notoria la pobre calidad del pie, pues está reconstruido.

Un análisis más detenido -con ayuda de la luz rasante- permite apreciar el mayor cuerpo de materia subyacente bajo la capa de repinte en toda la parte alta de la pintura. La luz baña con violencia el rostro,  las manos y alas del sombrero. El resto de la figura está artificialmente recortada por el repinte.

La obra era desconocida en los catálogos críticos del pintor hasta su publicación en 1982 (Díaz Padrón: «Colección del Banco Urquijo», número 265). El análisis radiográfico revela un lienzo fragmentado que conserva mejor la parte derecha, advirtiéndose que alguien estaba detrás de la mesa y que recibe la carta.

Es posible que la composición coincidiera en parte con el «San Benito» del Museo del Prado; Ricci variaba poco sus composiciones. Pese a esto, lo que oculta el fondo es una novedad, y esto puede verse en la radiografía: cuatro caballos vistos desde atrás con un hombre en un carro. Podría ser un tapiz o un cuadro.

Nada se ha sugerido del contenido, quizás se trate de un Triunfo de Hércules. Borrekens firmó una pintura del mismo asunto en este lienzo de la Torre de la Parada,  Mazo hizo una copia en el Alcázar; ambas pinturas están conservadas hoy en el Museo del Prado,  y Ricci pudo verlas.

Pero también pudo conocer un grabado, «Las metamorfosis», de la edición de 1556 de Lyon del mismo asunto, que sirvió probablemente a Rubens para el boceto. Esto parece más probable, pues una piel cubre la desnudez del dios.

También el carácter ascético del pintor explicaría la aversión al desnudo. De ser esta la reproducción en el fondo, Ricci tomó la fuente literaria del libroIX de «Las metamorfosis» de Ovidio (páginas 266-273).

Es posible que el significado del tapiz esté ligado al contenido del cuadro. Puede que exista una conexión  similar a «Las hilanderas» de Velázquez con «El rapto de Europa», ligado a la fábula de Palas y Ariadna.

Ambos artistas se conocían y las influencias y vínculos con Velázquez destacaron de forma importante. También la atmósfera la tomaría Ricci del pintor, y amigo, del rey.

La ocasión es oportuna para recordar la actitud cordial del mensajero, respetuosamente inclinado y llevando el sombrero en la mano, en actitud que un buen observador asociaría a la de Spinola en «La rendición de Breda«, y frecuente en otros tantos encuentros como en el del «Cardenal-Infante con el emperador después de Nordlingen» de Rubens.

Se recuerdan composiciones semejantes en el «Retrato de grupo de Paulo III y sus sobrinos» de la Galería de Capodimonte.  El pintor español estuvo en el Vaticano y conocía esta pintura. El rostro lo repite en la Asunción y Santo Domingo.

Es rostro de dibujo triangular, nariz pequeña, y contrastando la luz y las sombras de la frente y pómulos. El sombrero en la mano fue motivo que Ricci utilizó mucho, como en los lienzos de san Benito y san Martín y en el retrato de Redin.

El repinte oculta el color, pero las estratigrafías tomadas del tapiz y manto de Hércules prueban los valores que la crítica destacó. En la grupa del caballo y zona próxima al hombro del mensajero es perceptible el blanco de plomo, el barniz alterado, repintes y un barniz nuevo.

Es sabido que el deterioro temprano de las pinturas de Ricci fue por razones de técnica o materiales empleados. Ponz, en el siglo XVIII, era consciente de ello, a la vista de las pinturas que vio en Salamanca y Burgos.

Escribe, con visión de futuro y consciente de la importancia de la conservación y restauración de las pinturas: «Ricci solía dejar los cuadros de primera mano, lo que, sin duda, habría contribuido a su corta duración, y más en un paraje húmedo como el de estos claustros» («Viaje de España», tomo XII).