Entrada de los animales en el arca de Noé – Jacopo da Ponte Bassano

Lienzo. 2,07 x 2.65.

Comentario de la obra «Entrada de los animales en el arca de Noé» de Bassano

Jacopo Bassano, cabeza de una extensa familia de pintores que vulgarizan sus modelos y los difunden amplísimamente, es uno de los pintores más personales e independientes de su tiempo.

Pintó primero grandes composiciones religiosas con un sentido formal, caprichoso y deformador en relación con el manierismo más característico, y se especializó más tarde en un tipo de cuadro, de asunto casi siempre bíblico, en el cual la representación de una realidad objetiva y bulliciosa, de elementos cotidianos y humildes, contrasta con el carácter altisonante y principesco de los otros maestros de la pintura veneciana.

El ambiente que gusta de recoger en estas escenas es el pastoril popular. En otros casos se complace en lo accesorio, en el ambiente de criados, cocineros, mercaderes o mendigos, trayéndolos al primer término y relegando el argumento principal al fondo y a más menuda dimensión; complaciéndose en que el espectador entienda el lienzo a primera vista como simple cuadro de género.

Este aspecto realista y popular, condicionado sin duda por su clientela de carácter más bien burgués que nobiliario, le conceden puesto de primer orden entre los antecedentes del retorno a lo cotidiano que había de suponer el primer naturalismo barroco.

Soberbio ejemplo de la maestria de Bassano y de sus preferencias lo proporciona esta Entrada de los animales en el arca, que le facilita ocasión para mostrar su virtuosismo en la representación de toda clase de fauna doméstica, con un carácter y una inmediatez enteramente naturalistas.

Recuérdese la importancia que composiciones como ésta tuvieron en la formación de Pedro de Orrente, tantas veces llamado el Bassano español.

El paisaje y las figuras humanas recuerdan también especialmente en su jugosa pincelada de toque vibrante e impresionista, el estilo de Tiziano, y es curioso que el lienzo fue precisamente adquirido por Tiziano para enviarlo a Carlos V, mostrando así el mutuo interés y admiración reciproca de los dos maestros, aparentemente de tan diversas preocupaciones y horizontes estéticos.