Su primera obra conocida y la única firmada, es aquella que fuera la tabla principal del Retablo de la Casa del Consell o Casa de la ciudad de Barcelona y que, actualmente, conserva el Museo Nacional de Arte de Cataluña, la denominada comúnmente «Verge dels Consellers», ejecutada con toda seguridad tras el viaje del pintor a Flandes.
Nada se conoce de las obras realizadas por Lluís Dalmau durante los años en los que sirvió a Alfonso el Magnánimo.
Un viaje emprendido por voluntad expresa del monarca aragonés bajo las órdenes del cual trabajó Dalmau como pintor de cámara (como lo fueron también Antonio Guerau y Jacomart) y que significaba percibir una asignación fija, gozando de una categoría superior a la del resto de pintores que trabajaban para el rey en las diversas ciudades de su reino, que obtenían pagos puntuales a tenor de las obras efectuadas.
El conocimiento de las formas flamencas y, más concretamente, de la manera de hacer y de concebir la obra de Jan van Eyck (1390-1441) que Lluís Dalmau demuestra, no puede explicarse sin haber estado trabajando cerca del maestro de Brujas.
Supuestamente, Lluís Dalmau permanece en Flandes alrededor de cinco años, desde finales de 1431 hasta principios de 1436, años que coinciden con el periodo de plenitud de van Eyck y el de sus obras principales.
Con su bagaje flamenco y transcurridos algunos años desde su llegada a la corona aragonesa, Lluís Dalmau se enfrentó a la realización del Retablo de «La Verge dels Consellers» para la capilla de la Casa del Consell de la ciudad de Barcelona.
En el centro del panel conservado aparece la Virgen con el Niño, flanqueada por san Andrés y santa Eulalia y acompañada por los «consellers» de la ciudad.
Descripción de «La Verge dels Consellers» de Lluís Dalmau
La escena tiene lugar en un rico interior cubierto por bóvedas ojivales, en una de cuyas claves campea el escudo de la ciudad de Barcelona. En el muro del fondo de la supuesta capilla, se abren cuatro ventanales de trabajada tracería gótica por los que se asoman ángeles cantores, y que dejan ver el paisaje fantástico de ciudades, montañas, caminos y lagos del fondo.
La Virgen, que preside la composición, está sentada en un rico trono de madera esculpida con tabernáculos y hornacinas en las que se disponen pequeñas estatuillas de sibilas y profetas. Bajo el trono aparece el pavimento formado por las baldosas que incluyen en su complejo trazado geométrico el escudo de Barcelona.
En la representación de santa Eulalia y san Andrés , Dalmau respeta la iconografía propuesta por los «consellers», quienes habían elegido a la santa por ser la patrona de Barcelona y al santo porque en el día que se celebraba su festividad, el 30 de noviembre, se realizaban las elecciones para nombrar a los «consellers» de la ciudad.
Los «consellers», vestidos con sus trajes oficiales, debían ser representados fielmente. En los retratos realizados se ve que los rostros se diferencian resueltamente hasta en el color, y debieron hacer en su tiempo asombrosa impresión; son evocaciones de la peculiar manera de retratar de van Eyck.
Los ángeles cantores del fondo de la composición, que como los de van Eyck aparecen sin alas, caso singular en la pintura hispánica de la época, hacen igualmente alusión directa a los que aparecen en el Políptico de Gante: el mismo óvalo de los rostros, idénticos brocados en las túnicas , parecidas piezas de orfebrería, pero les falta la perfección y el arte magistral de Jan van Eyck.