De Jaume Huguet. La tabla dedicada al santo de Capadocia (1460, pintura sobre tabla, Museo Nacional de arte de Cataluña), en cuyo anverso figuran, delante de arquitecturas arquitrabadas que se abren a un paisaje, san Jorge -de pie, armado, después de abatir al dragón-, y, a su lado, la princesa -que sostiene el gran escudo del santo, mientras le ofrece el casco que lo distingue como vencedor del combate- y en el reverso, el escudo heráldico de la familia Cabrera, ignoramos muchas más cosas de las que sabemos.
Desconocemos su procedencia y su cronología, y no hay nada seguro acerca de los motivos de la elección del tema, ni sobre la tipología de la obra.
Esta tabla, cortada no sabemos en qué momento en la parte superior e inferior, constituía la parte central de un tríptico abatible, cuyas puertas habían pertenecido a la Colección Añes de Barcelona, de donde pasaron al Kaiser Friedrich Museum, de donde desaparecieron en 1945.
¿Qué representa esta tabla de San Jorge y la Princesa?
Lo único en lo que podemos tener alguna certeza es que al pintar la figura de san Jorge, Jaume Huguet pintó una imagen del triunfo de la cristiandad sobre la idolatría y un símbolo de la redención de la Humanidad.
Pero aun siendo símbolo del triunfante caballero cristiano, el san Jorge de Huguet es un personaje melancólico, agotado por el esfuerzo llevado a cabo; es un joven contendiente que recibe de las manos de la princesa que le sostiene el escudo, la corona de su triunfo.
La princesa que se dispone a coronar al santo, sin embargo, no suele aparecer, por no decir que no aparece nunca, en las representaciones que conocemos de tema coincidente.
Sin embargo, en estos textos no hallamos el verdadero significado de la tabla, ya que seguramente hay que buscarlo en la voluntad de reconocimiento del triunfo y del valor que este supone (la princesa se entiende como una Niké griega o una Victoria romana; la corona de laurel se ha transformado en yelmo y la palma en escudo) pero que en cualquier caso va más allá.
Lo que recorre la figura de los dos personajes de la Tabla de san Jorge y la princesa, lo que les hace estremecer sus cuerpos y cruzar sus miradas, como se estremece el ciprés del paisaje del fondo de la tabla azotado por el viento, no es el espíritu de triunfo, sino el del amor cortés, el del juego amoroso entre dama y caballero.
La Tabla de san Jorge y la princesa es interpretación religiosa de un tema muy frecuente en la poesía y en la prosa profanas de la época, tema que en sus variantes dio obras tan importantes en el campo de la pintura como el Retrato de los esposos Arnolfini de Jan van Eyck (1434).
San Jorge es el caballero que recibe de su amada el premio a su arrojo temiendo no ser amado o no poder amar; en su mirada se ejemplifica el mundo que se agotará a finales del siglo XV en el Tirant lo Blanch de Joanot Martorell, el mundo de Curial e Gůelfa, el mundo poético de Ausías March, el poeta que muere en 1459 temeroso de dejar de ser amado casi al mismo tiempo que Jaume Huguet pintaba al victorioso, pero no sabemos si amado, san Jorge.