1520-1521, pintura mural, 940 x 875 cm, iglesia de san Giovanni Evangelista, Parma.
El trabajo llevado a cabo por Correggio en su plenitud creativa en san Giovanni fue extenso, desarrollando lo mejor de su hacer pictórico de forma que fuese admirado por sus contemporáneos.
En la cúpula, el programa desarrollado por Correggio está directamente ligado a la figura del santo titular, san Juan Evangelista, en tanto que testimonio, en la última visión que tuvo, poco antes de morir, de la Divinidad.
Efectivamente, Correggio representa un rompimiento de Gloria con Cristo en el centro, auroleado por una intensa luz, que en atrevido escorzo desciende casi verticalmente entre el círculo de apóstoles desnudos dispuestos entre nubes hacia la figura del anciano evangelista, su discípulo predilecto, representado con su símbolo, el águila, y con los brazos extendidos hacia el Señor que lo ha de llevar al Paraíso eterno.
En el friso perimetral se representaron sibilas y profetas en un intento de conjugar -como ya había hecho, entre otros, Jan Van Eyck– el mundo clásico con el hebraico en relación con el anuncio de la llegada del Salvador.
Aunque en los murales de san Giovanni Evangelista no faltan claras alusiones al Mantegna de la Cámara de los esposos del Palacio Ducal de Mantua, se adivina un arte innovador, sobre todo en cuanto a la creación de un espacio ilusorio definido por unas figuras que no sustentan su presencia en elemento arquitectónico alguno.
Las formas, el color y la luz horadan la materialidad de la cúpula abriendo una ventana al luminoso cielo en el que resalta el fondo dorado que, casi con sentimiento medieval, enmarca la figura de Cristo.