La historia del arte prefirió durante mucho tiempo el clasicismo de los hermanos Carracci al estilo del personaje violento de Caravaggio (1571-1610).
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Pietro Bellori (1613-1696), biógrafo del pintor, y más tarde Stendhal, le reprocharon el naturalismo de sus obras, su manifiesto desdén por Rafael y lo antiguo y, por último, su pretendido culto a la fealdad y a la trivialidad.
Si bien es cierto que los caminos tomados por Caravaggio y los boloñeses se apartaron, ambos surgieron, sin embargo, de un mismo rechazo al manierismo y de una misma voluntad de retornar al orden y a los modelos propuestos por la naturaleza.
UNA REALIDAD BRUTAL
Miguel Ángel y Caravaggio tenían en común, además del nombre de pila (Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio), el gusto por cierta brutalidad pictórica, la «terribilita».
Como su predecesor, Caravaggio llevó una vida a imagen y semejanza de su pintura. En 1606, durante una partida de juego de pelota, mató a su adversario y tuvo que partir al exilio.
Es más, el carácter sombrío de este período de su arte se ha pretendido explicar por las angustias que atravesó el pintor en su destierro.
Ahora bien, si Miguel Ángel dramatizaba sus composiciones, como el «Juicio final» de la Capilla Sixtina, Caravaggio renunció a lo sobrenatural.
Desde los primeros años, fue conocido por la pintura de flores y frutas representadas de manera naturalista. Este apego al mundo no ideal constituyó uno de los fundamentos de su pintura.
En sus cuadros de juventud, este naturalismo está marcado por una profunda sensualidad. Más tarde, en sus cuadros religiosos, se puso al servicio de una nueva espiritualidad.
Caravaggio: Luz, Teatralidad y Espiritualidad
Caravaggio propuso una nueva manera de capturar la luz, aquella que cae sobre los objetos y personajes de manera rasante, teatralizando y dramatizando la pintura.
Lejos de los ejemplos de los pintores manieristas, su claroscuro confería a los cuadros sentido, fuerza y unidad, y creaba una nueva espacialidad. Este hecho fue imitado por los pintores «caravaggistas» (los Gentileschi, Valentin de Boulogne, Ter Brugghen).
A partir de 1599, Caravaggio se dedicó casi exclusivamente a la pintura religiosa y creó cuadros cada vez más sombríos y severos. Mientras la idea de una religión más cercana a las realidades humanas se desarrollaba en el seno de la Contrarreforma católica (Felipe Neri, Ignacio de Loyola y Carlos Borromeo), sus cuadros enseñaban una espiritualidad profunda y llena de sinceridad.
Momentos importantes de la historia de Caravaggio
1571……..Nace en Milán Michelangelo Merisi, llamado Caravaggio
1585……..Aprendizaje junto a Simone Peterzano, pintor milanés
1592-93…Se establece en Roma. Estancia en el taller del Cavalier d’Arpin. Encuentro con su primer mecenas, el cardenal Francesco del Monte
1601-06…Encargos de las más grandes familias romanas, los Giustiniani, Barberini, Borghese y Mattei. Encargos religiosos para swn Luis de los Franceses, santa Maria del Popolo.
1606……..Culpable de homicidio, se exilia en Nápoles, Malta y Sicilia.
1610……..Muere en la playa de Porto Ercole
Obras de Caravaggio
Baco, 1596. Óleo sobre tela. Galería de los Uffizi, Florencia.
Una interpretación naturalista y sensual. Para representar al Dios del vino, Caravaggio pintó a un hombre muy joven, de mejillas llenas, de boca carnosa y con los ojos resplandecientes por la embriaguez.
La sensualidad del cuadro se acrecienta por la unión del naturalismo (las uñas sucias del adolescente y las manzanas picadas por gusanos) y un aire de manierismo formal.
Esto se traduce en la elegancia artificial del tocado, el arco perfecto de las cejas y la blandura excesiva del brazo replegado.
El color claro del cuadro y su luz participan en esta estilización y muestran lo mucho que el artista estaba apegado, en sus primeras obras romanas, a los maestros del Norte, como Lorenzo Lotto.
La vocación de San Mateo, 1598-1600. Óleo sobre tela. Capilla Contarelli, en la Iglesia de San Luís de los Franceses, Roma.
En este cuadro, parte de un extenso programa realizado para la familia Contarelli en honor de san Mateo, Cristo entra en una taberna y designa con un gesto a aquel que entre los hombres llegará a ser un santo.
Metáfora pictórica del gesto divino, la luz aparece como creadora de sentido, de formas y de colores.
Franca, ésta penetra repentinamente en la pieza cerrada, donde incluso la ventana es ciega, y sorprende a los compañeros en plena actividad. Poderosa y cálida, recorta las morfologías, los perfiles perfectos, y hace brotar colores y texturas.
La muerte de la Virgen, 1606. Óleo sobre tela. Museo del Louvre.
Esta pintura, destinada a la ornamentación de una de las capillas de santa Maria della Scala en Roma, fue rechazada por el clero, que juzgó caricaturesca la representación de la Virgen, cuyo cuerpo se observa hinchado y con signos de descomposición, desplomado sobre un lecho.
La profunda espiritualidad del cuadro se logra, en parte, por la utilización metafórica de la luz. Más que el halo, apenas visible, es el foco de luz procedente de la parte superior el que otorga dignidad y divinidad al cadáver. Los pesados y rojos pliegues confieren dramatismo a una escena austera.
Degollación de San Juan Bautista, 1608. Óleo sobre tela. Oratorio de la Catedral de San Juan de la Veleta, Malta.
En este cuadro, que Roberto Longhi consideraba el más bello del siglo, Caravaggio concentró su composición en el acto mismo de la decapitación.
En el primer plano, los autores del drama parecen estar paralizados en una actitud hierática y teatral. La austeridad de la pintura destaca la violencia de la acción.
La oscuridad ocupa la casi totalidad del espacio y desempeña un papel esencial en esta obra de gran formato (361 x 520 cm).
En esta atmósfera sombría, la luz adquiere fuerza dramática y subraya lo tenebroso de la pintura de Caravaggio.