Formado en una Italia en la que la renovación barroca no dejó de lado la tradición clásica, Simon Vouet trabajó para el papa y recibió la protección de influyentes cardenales romanos.
Alcanzó el éxito y el reconocimiento en uno de los centro de poder más esplendorosos del siglo XVII: la corte de Luis XIII, rey de Francia. En plena madurez pocos pudieron hacerle sombra durante un «mandato» artístico que duró más de veinte años.
A diferencia de otros grandes pintores que se encerraron en una torre de marfil, Vouet dirigió en París un gran taller en el que compartió sus conocimientos pictóricos con sus colaboradores, pudiéndosele considerar maestro de la generación de artistas que empezó a afianzar con sus obras la grandeza de Francia.
Simon Vouet nació el 8 de enero de 1590 en un París desgarrado por las guerras de las religiones y por la crisis de la monarquía.
La infancia del pintor se desarrolló pues en un país devastado que luchaba por su reconstrucción. Creció en el seno de una familia perteneciente a la orgullosa y católica burguesía parisina que mantenía ciertas relaciones con la corte.
En 1611, acompañando al embajador francés barón de Sancy, Vouet viajó a Estambul. Permaneció cerca de un año en el Imperio Otomano, y a finales de 1612 llegó a Venecia, ciudad habitual en la ruta de regreso a Francia.
Pero la estancia en Venecia se prolongó otro año, durante el cual entró en contacto con el gran arte veneciano del siglo XVI : Tiziano, Tintoretto, Palma el joven y, sobre todo, el Veronés, arte cuya huella perdurará en Vouet a lo largo de toda su carrera.
Vouet ya no regresó a París. En 1614-1615 se trasladó a Roma, la capital artística de Europa en aquellos momentos, probablemente con cartas de recomendación del barón de Sancy.
Apoyándose en la nutrida colonia de artistas franceses que se hallaban en la ciudad papal, entró en contacto con la obra de los Carracci, del Caballero de Arpino y de Caravaggio.
El año 1623 es importante para el futuro de la carrera romana del pintor. El 6 de agosto de aquel año es elegido papa Maffeo Barberini con el nombre de Urbino VIII, uno de los mecenas más activos de la Roma barroca.
A Simon Vouet, que ya conocía al papa siendo éste cardenal, se le encarga un retrato del papa y, seguramente también por su mediación, la decoración de la capilla Alaleone en la iglesia romana de los pintores, San Lorenzo in Lucina, la única gran decoración conservada de su período italiano.
El éxito y los reconocimientos que Vouet disfrutaba en Roma no debieron de pasar desapercibidos al rey francés, que pidió al pintor que regresara a París. El 25 de noviembre de 1627 Vouet llegó a París.
Tenía 38 años y un brillante futuro como primer pintor del rey. Pocos meses después de su llegada se instaló en el palacio del Louvre, donde vivirá y trabajará hasta su muerte sin que ningún pintor le hiciera sombra.
Los cada vez más frecuentes encargos dentro y fuera de los círculos reales, en parte fruto del aprecio que le prodigaba el rey, hizo necesario que Vouet empezara a trabajar con un importante taller.
El pintor supo rodearse de buenos colaboradores (entre los pintores que pasaron por el taller parisino de Vouet cabe citar a Perrier, Du Fresnoy, Pierre Mignard, Tortebat, Michel Dorigny, Eustache le Sueur, Charles le Brun, etc), formando una especie de empresa que le permitió atender durante más de veinte años los proyectos decorativos más ambiciosos.
En los años de afianzamiento del pintor, trabajó (1632) en la decoración del castillo de Poitou por encargo de Armand Jean Du Plessis, el poderoso cardenal Richelieu, para quien también realizaría la decoración de la capilla y la galería de Hombres Ilustres del palacio del cardenal en París, hoy Palais Royal.
La década de los cuarenta ve desmoronarse el mundo que le aupó y al que el pintor sirvió. El 4 de diciembre de 1642 moría el cardenal Richelieu, y el 10 de mayo de 1643 moría el rey Luis XIII.
En las intrigas palaciegas sucesorias -al morir el rey el Delfín aún no había cumplido los cinco años- Vouet apoyó a Ana de Austria, lo que le proporcionó encargos reales en estos últimos años de su carrera.
La fama de Vouet se ha visto oscurecida en la historia por la grandeza de los artistas de su época como fueron Caravaggio, Rubens, Rembrandt y Velázquez, e incluso por la de artistas franceses como Claudio de Lorena y Nicolás Poussin.
Pero no cabe duda que su arte está en la génesis de la renovación de la pintura francesa, anclada hasta el primer cuarto del siglo XVII en el manierismo de Fontainebleau, del que sin duda también Vouet sintió la influencia.
Buen conocedor de la pintura italiana, desde la de la escuela veneciana a la romana, desde la de Tiziano y Veronés hasta la de Caravaggio, Guido Reni y el Guercino, sin olvidar el manierismo de Rosso Fiorentino o el Primaticcio, Vouet practicó un arte, aunque ecléctico, elegante y virtuoso, y fiel imagen de la recuperación y fortalecimiento de la monarquía francesa que propició Luis XIII.
Sin duda, Claudio de Lorena y Nicolás Poussin dejaron profunda huella en la pintura francesa, pero lo hicieron desde Roma. Vouet, que se forjó en Italia, alcanzó su madurez en París creando un importante taller del que salieron los artistas que trabajarían durante la segunda mitad del siglo XVII bajo el brillante reinado de Luis XIV. Simon Vouet, pues, es el primer eslabón de la cadena de una de las más importantes vías renovadoras de la pintura y del arte europeos.