Con Johannes (o Jan) Vermeer, más conocido como Vermeer de Delft, la pintura de género, tan apreciada en la Holanda del siglo XVII, alcanzó su cénit.
Biografía y obra de Johannes Vermeer
Pintor de producción escasa que vivió y murió en una ciudad, Delft, que poco a poco fue ocupando un lugar junto a los grandes centros artísticos de las Provincias Unidas: Amsterdam, Haarlem, Utrecht, La Haya y Leiden, y que gracias a él se situó en el mapa de la historia del arte, Vermeer hizo de la luz el máximo aliado de unos cuadros que emocionan por su serena cotidianeidad, alejada de ruidos mundanos pero, paradójicamente, plena de simbolismos.
Sus primeras obras conocidas, cuadros de historia, más apreciados en su época que los de género o paisaje, Vermeer practica una pontura italianizante y seguramente influida por los caravaggistas de Utrecht.
Johannes Vermeer entre 1656 – 1662
En 1656 Johannes Vermeer fecha una de las tres únicas obras de las que se conoce por su propia mano su datación: «La alcahueta» (Gemaldegalerie de Dresde), cuadro que supone un punto de inflexión en su trayectoria: el pintor abandona el cuadro de historia e inicia el camino del cuadro de género que le daría justa fama.
Son años en los que la pintura de género ha sufrido una importante renovación de la mano de Ter Borch y Pieter de Hooch. «La alcahueta» de Vermeer se separa de la dureza caravaggista en las formas y del fuerte tratamiento lumínico, avanzando la manera que será propia del pintor.
Esta manera parece concretarse en la «Muchacha dormida» (1657, Metropolitan Museum of Art, New York). En ella, los protagonistas ya no son los personajes, sino los objetos, el espacio y la luz.
Y al respecto se plantea una cuestión que será recurrente en toda la obra posterior de Vermeer: ¿Vermeer pinta sólo la apariencia de la realidad, o va más allá?. Posiblemente en el siglo XVII, aún retratando retazos de realidad, la pintura iba más allá de ésta, adentrándose en universos simbólicos a los que nos podemos aproximar, aunque no siempre alcanzando su verdadero significado.
Tras estas primeras obras, hacia finales de la década de los cincuenta, la pintura de Vermeer se adentra en su madurez, una madurez a la que no es ajena la influencia de Pieter de Hooch.
En el «Soldado y la joven sonriente» (1658, Frick Collection de New York) sitúa los personajes en el espacio de una estancia -en la que ya aparece la ventana entreabierta, a la izquierda de la composición, como fuente de intensa luz- a la manera como lo hace de Hooch.
El eco del arte de Pieter de Hooch se hace más patente, si cabe, en la «Dama bebiendo con un gentilhombre» (1660-1661, Gemaldegalerie de Dresde), ya que Vermeer utiliza una composición muy parecida a la del pintor de Rotterdam, eliminando cualquier elemento del primer plano y disponiendo a los dos personajes protagonistas en un plano medio.
Con todo, el pintor de Delft sabe dar mayor unidad, cohesión e intimidad a la composición, dominada no sólo por la luz y el espacio, sino por un armónico cromatismo, que gracias a la técnica de rápidos y cortos toques de pincel otorga una gran luminosidad a la superficie de las telas, de las maderas y de las baldosas, las cuales marcan una acentuada perspectiva.
En 1661 Vermeer atraviesa la puerta de sus estancias y se asoma al exterior, como hacen otros pintores de la época, retratando un cercano paisaje urbano. Dos son las obras de este género debidas a su mano: la íntima «Callejuela» (1661, Rijksmuseum de Ámsterdam), hermoso retazo, por otra parte, de vida cotidiana en la que la sabia composición se conjuga con un atrevido juego cromático de indudable intensidad, y la famosa «Vista de Delft»(1660, La Haya).
Johannes Vermeer a partir de 1662
El 18 de octubre de 1662, Vermeer fue elegido síndico de la guilda de San Luces (gremio de pintores), lo que prueba su reconocimiento profesional e inicia el período de sus obras de plenitud.
De esta epoca es «La alegoría de las artes» (1662-1665, Kunsthistorisches Museum de Viena); se pensó si no podría ser un encargo del propio gremio, dada la peculiar temática del cuadro. Pero hay indicios que niegan tal posibilidad, puesto que el autor no se desprendió nunca de él.
A este período de plenitud corresponden también obras como la «Joven de amarillo escribiendo una carta» (1666, National Gallery of Art de Washington), la «Carta de amor» (1667, Rijksmuseum de Amsterdam), y las dos únicas en las que el artista trata figuras masculinas en solitario: el «Astrónomo» (1668, Museo del Louvre), y el «Geógrafo» (1669, Satdelches de Frankfurt).
Ninguno de los personajes que aparecen en tales lienzos se pueden considerar en sentido estricto retratos, aunque quizá alguno de ellos lo sea. Uno de los pocos rostros pintados por Vermeer que se tienen, en principio, como tal, es el de la llamada «Joven de la perla» (1665, Mauritshuis, La Haya).
La figura de la joven se aparece al espectador recortándose sobre un intenso fondo oscuro, recurso poco utilizado por el pintor. La posición del cuerpo es la de perfil, pero gira su rostro para atender con su hermosa mirada lo que puede ser la llamada del contemplador.
Después de 1670, año de la «Encajera» (Museo del Louvre), Vermeer, ya al final de su carrera, parece caer en un cierto decorativismo pictórico. Pero hay que tener en cuenta que en la década de los setenta se pone de manifiesto no sólo el declive de Vermeer, sino la decadencia de la pintura holandesa de género.
Sus maestros han alcanzado las más altas cotas de perfección, a todo lo cual habría que añadir la crisis política y económica que azotó a las Provincias Unidas.
Otras obras importantes de Vermeer son «La mujer de la balanza» (1662-1665, National Gallery of Art de Washington) y «La lechera» (1659, Rijksmuseum de Amsterdam).