Expresionismo abstracto. Óleo sobre lienzo, 200 x 158cm. Kunstsammlung de Dusseldorf.
A finales de los años treinta y hasta mediados de los cuarenta, Franz Kline buscaba con frecuencia los motivos de sus cuadros , todavía figurativos en aquellas fechas, en su paisaje natal, una zona montañosa del este de Pensilvania.
Comentario de la obra Sin Título de Franz Kline
Asímismo, las dinámicas composiciones de sus obras abstractas posteriores, creadas de mediados de los años cuarenta en adelante, evocan en muchas ocasiones los castilletes de extracción típicos de la comarca, los llamados «tipples», con sus lábiles construcciones de madera y su aire de provisionalidad. Los títulos de los cuadros, relacionados con la toponimia o con los ferrocarriles, subrayan todavía más tales referencias regionales.
Aunque a medida que transcurría la década de los cincuenta, sobre todo a partir de 1956, ya estando representado por la Galería Sidney Janis, Franz Kline fue ampliando su gama de colores, destacó fundamentalmente por sus cuadros en blanco y negro.
«Cardinal» -según el autor era el nombre de un ferrocarril- se presentó al público por primera vez en otoño de 1950, con ocasión de la primera exposición individual en la galería de Charles Egan. Por aquellas fechas también otros pintores de la Escuela de Nueva York, sobre todo Willem de Kooning y Jackson Pollock, redujeron sus colores al blanco y negro.
En su ensayo «American-type Painting» de 1955, Clement Greenberg explica esta elección como una evolución ulterior, importante desde la perspectiva de la historia del arte, del contraste del claroscuro que, en su opinión, constituye una de las bases de la pintura: «La insistencia en el negro y el blanco del expresionismo abstracto está en relación con algo que posiblemente es más crucial para la pintura occidental que para cualquier otro tipo de pintura. Forma parte de las convicciones y apoteosis que denotan su preocupación por su objeto».
Kline estudió a fondo el arte oriental y a finales de los años treinta, durante sus cursos de arte en Londres, coleccionó grabados japoneses, por lo que con frecuencia se han relacionado sus cuadros en blanco y negro -como en este «Sin título» de 1957- con la caligrafía nipona.
El mismo Kline negó expresamente esta relación por cuanto que no trabajaba con pintura negra sobre fondo blanco, sino que sobrepintaba el blanco con el negro o el negro con el blanco, estructurando así sus motivos paulatinamente. Tampoco puede compararse con el rápido trazado de un dibujo a la aguada sobre papel su proceso pictórico, que podía durar semanas o meses enteros, durante los cuales Kline trabajaba paralelamente en varios lienzos.
El propio artista decía en una entrevista de 1962: «En la concepción oriental, el espacio es ilimitado; no es, como el nuestro, un espacio pintado. La caligrafía es, ante todo, escritura, y yo no escribo. Algunos creen que tomo un lienzo en blanco y pinto en él un signo negro, pero no es así. Pinto tanto lo blanco como lo negro, y lo blanco es exactamente igual de importante «.
Para realizar sus cuadros, Kline solía partir de dibujos espontáneos, realizados muchas veces por motivos económicos en las páginas de las guías telefónicas o en papel de periódico. Hacia 1948 descubrió en el estudio de Willem de Kooning las posibilidades de utilización del Bell-opticon, un aparato de ampliación que le permitía proyectar dibujos en blanco y negro en la pared.
Así, Kline se hizo con un modo de proceder característico, ya que trasladaba esas representaciones detalladamente, sin el recurso del proyector, a lienzos de gran formato.