1508-1510, pintura sobre madera, 168 x 130 cm, Museo del Louvre, París.
A pesar de estar inconclusa, esta obra ilustra la maestría de Leonardo con el «sfumato» , como se muestra en el suba modelado, casi vaporoso, del rostro de santa Ana y en el paisaje lejano de las difuminadas montañas.
La composición muestra a María y a su madre (Ana), con la primera sentada sobre las rodillas de la segunda. María se inclina hacia delante para coger al Niño Jesús mientras este juega con un cordero.
Los rostros son dulces, y el dinamismo conseguido mediante curvas entrelazadas alcanza una armonía que se repite en el paisaje atmosférico del fondo. El paisaje del fondo, como es habitual, ha sido elaborado con todo detalle.
Una obra conmovedora por su intensa dulzura.