San Francisco abrazando a Cristo crucificado – Francisco Ribalta

Francisco Ribalta cumplió abundantes encargos encaminados a promover la veneración de sacerdotes, frailes, monjas y santos, cuyas vidas ejemplares habían transcurrido, en un momento u otro, en la ciudad del Turia.

San Francisco abrazando a Cristo crucificado, de Francisco Ribalta

Comentario de la obra «San Francisco abrazando a Cristo crucificado» de Francisco Ribalta

Sin embargo, en ninguna de tales obras logró apelar a la devoción del fiel con la fuerza y la eficacia con que lo hizo al representar a uno de los santos en los que mejor se encarnaron los valores de la espiritualidad surgida del Concilio de Trento,  san Francisco de Asís. 

Para los capuchinos del convento de la Sangre de Cristo,  establecidos en Valencia en 1597 con el apoyo del arzobispo Ribera, Francisco había pintado anteriormente una «Última Cena» destinada al refectorio y de la que solo queda constancia documental. Se cree que fue alrededor de esta fecha cuando el maestro ejecutó los lienzos que representan a San Francisco confortado por un ángel músico y a San Francisco abrazando a Cristo crucificado. 

Realismo y profundo sentido religioso aparecen de nuevo unidos en «San Francisco abrazando a Cristo crucificado «, que estaba situado cerca de la entrada de la iglesia  del convento de la Sangre de Cristo  y que hoy conserva el Museo de Bellas Artes san Pío V  de Valencia.

Como en el «San Francisco confortado por un ángel músico «, Ribalta rehúye ahondar en el dramatismo propio de la imagen y exalta en este caso la plena identificación física y espiritual, llena de amor, del santo de Asís con el sufrimiento de Cristo.

Centrado por una gran cruz que emerge sobre un fondo oscuro y ante un lejano paisaje, el lienzo ofrece la monumental y en parte idealizada figura de Cristo crucificado, disponiéndose a ceñir con su mano derecha -la izquierda la mantiene clavada en el madero- su corona de espinas a san Francisco, que está de pie a su lado, abrazando su cuerpo.

Barbado, tonsurado y vestido con el hábito capuchino, acerca el rostro a la herida sangrante del costado de Cristo al tiempo que lo abraza  extasiado mostrando los estigmas en las manos.

Con los pies descalzos, también marcados con los estigmas,  se levanta sobre una enorme pantera coronada y da la espalda a otras cabezas coronadas de felinos  que simbolizan su renuncia a las glorias terrenales para dedicarse a amar a dios.

Un ángel de fuertes brazos se apresta, a la izquierda, a poner una corona de flores  sobre la cabeza del Salvador, en tanto que a la derecha otro, de concepción cercana al que aparece en el «San Francisco confortado por un ángel músico «, celebra la unión mística del santo de Asís cantando y tocando un violoncelo en presencia de dos ángeles músicos que tañen el arpa y de cabezas de querubines.

Lo cierto es que la idea de representar a San Francisco despreciando los bienes terrenales para compartir gozosamente, en cuerpo y alma, el sacrificio de Cristo,  se aviene a la perfección con la religiosidad de la orden capuchina, a cuya iniciativa se debió seguramente la acuñación de esta visión mística del santo.