Cristo en la cruz, vueltos los ojos hacia el cielo, destaca el cuerpo en un fondo de paisaje sombrío, cruzado de jirones de nubes blancas preñadas de la misma luz que emerge de Jesús en agonía.
Comentario de la obra «Cristo agonizante» de El Greco
Delante de las montañas y bosques marchan a pie y a caballo gentes que presenciaron el martirio. Cerca del pie de la cruz hay huesos y calaveras, y dos ángeles. Sobre la cabeza de Cristo, una cartela con la inscripción «Jesús de Nazaret, rey de los judíos», en tres lenguas: hebreo, griego y latín.
Las nubes blancas acuchilladas corresponden a relatos de los evangelistas: «Y desde la hora sexta, hasta la hora nona, quedó toda la tierra cubierta de tinieblas» (Mateo 27; Marcos 15, 33; Lucas 23, 44). Al pie de la cruz, y sobre un montículo, hay una calavera y unos huesos.
Los evangelistas coinciden en que Gólgota significa en arameo «el lugar de la calavera». Es posible que la ciudad de Jerusalén se prefigure con Toledo. Los monumentos no se corresponden con exactitud, pero el puente sería el de Alcántara; a la izquierda, la catedral; la cúpula debe ser producto de la fantasía del Greco, aunque ha sido identificada con la capilla del Ochavo.
La factura es en estas partes más seca. La ciudad ya no es imperial y su interpretación es «emblemática», según escribe Pita Andrade; de aquí la exageración de las proporciones de los edificios, como la referida cúpula del Ochavo.
El modelo iconográfico es con tres clavos, que se venía utilizando desde el siglo XIII. En esta composición el artista presenta el verdadero drama de Cristo asociando la vocación divina a la dependencia terrenal. También es el prototipo más repetido por el pintor, que hizo varias réplicas, y su taller, numerosas copias y repeticiones.
Durante su estancia en Venecia, el Greco frecuenta el taller de Tiziano; de él aprendió la técnica y también tomó algunos de los modelos de sus crucificados. Pueden establecerse paralelismos entre el «Cristo en la cruz» de Tiziano que se encuentra en la sacristía de El Escorial, y esta «Crucifixión» del Greco.
La composición y los jinetes en el paisaje ponen de manifiesto la fuente más directa del Greco, aunque dotando de intensidad dramática, más afín a los ideales de nuestros imagineros del siglo XVII.
La ejecución suelta y la pincelada amplia son características de la última época del pintor. Cossío sitúa entre 1604 y 1614 la pintura que nos ocupa, aceptada como original de primera mano. Otros críticos, como Wethey y Soehner, la atribuyen a su hijo Jorge Manuel, basándose en que la firma, muy discutible, está muy superficialmente escrita.