Aristóteles contemplando el busto de Homero – Rembrandt

1653, óleo sobre lienzo,  143 x 136 cms, The Metropolitan Museum of Art de Nueva York.

Aristóteles contemplando el busto de Homero obra de Rembrandt

En 1652, el noble italiano Ruffo de Calabria pidió a Rembrandt una media figura de filósofo para su colección. Dos años después, el artista envió a Mesina este Aristóteles, que fue plenamente apreciado  por el comitente.

La consiguiente petición de otros dos lienzos que hicieran de «pendant» o pareja del primero dio lugar, a través de complejas vicisitudes, a un «Alejandro Magno» y a un «Homero», entregados entre 1661 y 1664. El pequeño ciclo ilustraba, pues, las figuras del filósofo, el poeta y el militar más grandes de la Antigüedad. 

Es muy probable que Rembrandt eligiera personalmente los temas para los tres lienzos; desde luego, disponía de las referencias históricas que son su presupuesto  y hallan ya expresas en el primer cuadro ejecutado.

Aquí vemos a Aristóteles con la mano derecha sobre un antiguo busto esculpido de Homero, mientras que con la mano izquierda se detiene en la cadena de oro que adorna su atavío.

La joya lleva un medallón con el retrato de Alejandro Magno,  que fue discípulo del célebre filósofo: del maestro, el guerrero aprendió a amar la obra de Homero, exaltado por Aristóteles en su «Poética».

Se lee así en forma embrionaria en el cuadro de 1653 el motivo de la relación entre las tres figuras históricas, que será desarrollado después con los sucesivos encargos.

Por lo que atañe a los valores simbólicos  de esta elección de tema, es posible que Rembrandt quisiera ilustrar tres actitudes humanas distintas: la disciplina (Aristóteles), el ingenio (Homero) y la acción (Alejandro Magno).

En esta pintura se representa a Aristóteles  según los cánones típicos de los retratos de intelectuales y hombres ilustres: detrás de él se vislumbran libros y está rodeado de esculturas antiguas.

El busto de Homero reproduce de hecho los rasgos de un conocido original helenístico, tal vez documentado en la colección de Rembrandt

El aspecto majestuoso y solemne y la cerrada actitud meditativa del filósofo anticipan la «Betsabé» de 1654.