Rembrandt fue considerado unánimemente uno de los más destacados pintores de la historia.
No obstante, aunque fue un artista estimado e imitado en el siglo XVII, y también en el XVIII, por el tratamiento del claroscuro y la emotividad de sus retratos, su audacia formal desconcertó a sus contemporáneos de gusto más bien burgués.
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Rembrandt no fue reconocido ni celebrado por todos en vida.
Rembrandt y la concepción del Claroscuro
Su singularidad se manifestó desde los primeros años en el taller de Pieter Lastman, pintor de temas históricos en Amsterdam, y, posteriormente, en colaboración con su amigo Jan Lievens, en Leiden.
Los cuadros de este periodo revelan su conocimiento de la pintura italiana y de las tendencias barrocas de Rubens. Rembrandt muestra en ellos un dominio único del claroscuro que desarrollará a lo largo de toda su carrera, al asimilar la lección de los caravaggistas de Utrecht. Insistió en los modelados aunando campos de luz y sombra.
Los violentos contrastes entre lo claro y lo oscuro hacen que sus composiciones sean dinámicas y comprometen a todos los protagonistas en la acción dramática.
Este tratamiento de los contrastes lumínicos le permitió expresar la interioridad humana, la intensidad emocional de un rostro o la introspección profunda de una escena de género. Sus composiciones, poderosas y muy variadas en la elección de los motivos, querían expresar la verdad imperfecta de lo íntimo.
La pintura de Rembrandt como materia y estado de ánimo
En Amsterdam, Rembrandt fundó en 1631 un taller que reunió a pintores de calidad (Ferdinand Bol, Carel Fabritius, Samuel van Hoogstraten), quienes perpetuarían las soluciones formales de su maestro.
Su clientela estaba compuesta por burgomaestres y notables de la ciudad, motivo por el cual realizó numerosos retratos y pinturas históricas. En la madurez, Rembrandt asignó una mayor importancia a la economía de medios y rechazó la grandilocuencia, ya que confiaba en la fuerza expresiva de la ejecución pictórica.
Sus composiciones muestran el movimiento y la violencia por medio de una pincelada visible. Así mismo, se observa un sabio uso de los accesorios y del vestuario.
Rembrandt fue, ante todo, un maestro de la materia. Después de dibujar vagos bocetos sobre una aguada de color pardo, definía la composición y esparcía los colores en capas espesas.
Con el pincel construía las formas hasta llegar a los detalles. Rembrandt se interesó por todos los géneros de la pintura y trabajó con éxito el grabado.
Al final de su carrera, a pesar de tener una situación personal y financiera difícil, emprendió audaces investigaciones visuales en las que predominaban las manchas transparentes y los colores bastante empastados de radiante luminosidad.
Principales obras de Rembrandt
El pintor en su taller, 1629. Óleo sobre tela. Museo de Bellas Artes de Boston.
Realizado tempranamente en la carrera de Rembrandt, este cuadro es uno de sus primeros autorretratos, y en él se muestra en actitud reflexiva.
La expresión de su rostro y la distancia que lo separa de su tela exponen la actitud analítica del pintor frente a su creación. A la vez artista y coleccionista, juzga la obra, variación irónica sobre la noción burguesa del gusto.
Autorretrato, 1660. Óleo sobre tela. Museo del Louvre.
Treinta años más tarde, la visión de Rembrandt acerca de su propia actividad cambió. Muy cerca de su cuadro, el rostro mal afeitado y su bata ya no evocan al pintor vestido a la moda, sino al artista en la intimidad de su taller.
El buey desollado, 1665. Óleo sobre tela. Museo del Louvre
Dos cuadros tratan el tema de la lección de anatomía animal. El del Museo de Glasgow escenifica el interior de un matadero: una mujer limpia el suelo y la cabeza del animal reposa en el suelo.
La versión del Louvre no representa una acción: solamente la carcasa de un buey colgado. Una mujer, algo disimulada, mira impasible la carne muerta. El buey está bañado por una fuerte luz amarillenta.
Este violento contraste lumínico entre el animal y el fondo sombrío del matadero estructura la imagen. Rembrandt expone el enigma de la muerte. La potencia material de su pincelada refuerza la violencia de la metáfora.