En este artista es innegable la influencia de la obra de Degas. No obstante, Henri Toulouse-Lautrec se distinguió de los pintores impresionistas por los colores saturados, menos naturalistas y más expresivos, así como por la importancia asignada al dibujo y a la línea: con una gran economía de medios, simplificaba los contornos frecuentemente marcados por un trazo oscuro y aplicaba el color en campos de colores planos e intensos.

La influencia de las estampas japonesas (sus planos y la función del arabesco) se aprecia particularmente en sus carteles, que coinciden con el apogeo del cabaret y el desarrollo de la publicidad.
En efecto, plasmó los grandes momentos de Montmartre en retratos de sus celebridades y en obras a menudo misteriosas y de moral turbia. Sus escenas de prostíbulos ilustran el comercio sexual y las clases sociales. En ellas se confrontan burgueses y mujeres del pueblo pintados de manera naturalista con ciertos rasgos expresionistas.
Más allá de las diferencias generacionales, técnicas y temáticas, Degas y Toulouse-Lautrec compartieron su interés por la figura femenina, por la fotografía y por la atenta observación del mundo que los rodeaba. Sus obras son testimonio de los cambios de la sociedad y dan cuenta de las innovaciones en sus búsquedas formales.
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