All Souls Night 2, de Bradley Walter Tomlin

Expresionismo abstracto, óleo sobre lienzo, 122 x 81 cms, propiedad privada.

All Souls Night 2, pintura de Bradley Walter Tomlin
All Souls Night 2, obra de Bradley Walter Tomlin

Comentario de la obra «All Souls Night 2» de Bradley Walter Tomlin

El crítico John Ashbery calificó en cierta ocasión a Bradley Walker Tomlin (1899, Siracusa – 1953, Nueva York) como «el caballero del expresionismo abstracto»; era un cumplido de doble filo que no aportaba ventaja alguna a su destinatario.

En un entorno que definía la masculinidad en función de la extroversión, la agresividad y la competitividad, el pintor se encontraba en una situación marginal.

Como la mayoría de los pintores de la Escuela de Nueva York,  Tomlin empezó trabajando en estilo figurativo y no pasó a la abstracción hasta 1946.

Desde entonces formó parte del grupo de artistas  de la Galería Betty Parsons, representante entonces de casi todos los expresionistas abstractos.

En otoño de 1949 participó en la exposición colectiva «The intrasubjectives», con los que la Galería Samuel Kootz trataba de establecer una especie de canon del expresionismo abstracto; junto a Tomlin había obras de William Baziotes, Willem de Kooning, Arshile Gorky, Adolph Gottlieb, Hans Hofmann, Robert Motherwell,  Jackson Pollock, Ad Reinhardt, Mark Rothko y Mark Tobey.

Con el nombre de «Los intrasubjetivos», Kootz quería indicar que los pintores allí reunidos, de estilos diferentes, no se inspiraban para sus creaciones plásticas en el mundo exterior, sino que fundamentalmente partían de la exploración de su intimidad.

El lírico cuadro «All Souls’ Night, number 2» («Noche de difuntos, número 2») de Tomlin parece responder  íntegramente a esa concepción.

El título hace referencia a la festividad cristiana del día de los Difuntos celebrado el dos de noviembre y, por tanto, evoca la idea de que en esa noche las almas irredentas regresan a este mundo para aliviarse de los tormentos del purgatorio.

Como en el caso de otros muchos colegas suyos, el interés de Tomlin por la caligrafía oriental y por la escritura automática surrealista representaba la puerta de entrada al inconsciente; sin embargo, a diferencia de los «drip-paintings» contemporáneos de Pollock, o de las pinceladas vehementes y en forma de barras de Franz Kline, la capa de pintura de Tomlin obedece a un cálculo superior y recuerda los signos pictóricos de Paul Klee.

Las voces de los destacados autores que han escrito sobre su obra coinciden de una manera sorprendente. Thomas Hess, por ejemplo, señalaba en 1950 con ocasión de la primera exposición individual del artista en la Galería Betty Parsons: «De vez en cuando se observan descuidos en cuanto al gusto o, lo que todavía es peor, se pone demasiado énfasis en lo del ‘buen gusto’ «.

Refiriéndose a la retrospectiva póstuma de 1957, Philip Guston,  amigo suyo, observó que «el temperamento  de Tomlin insistía en el placer imposible de mantener el control y ser libre al mismo tiempo «.

El mismo año, Dore Ashton comentaba su versión del «all over», propiedad artística en cierto sentido de la Escuela de Nueva York a finales de los años cuarenta, diciendo que lo «utilizaba con inteligencia, sólo que con excesiva inteligencia».

Como muchos de sus colegas, Tomlin trató de intervenir en el debate sobre su obra. Respondiendo a una reseña de su última exposición individual en la Galería Betty Parsons  en 1953, en la que se consideró malinterpretado, escribió a la revista «ArtNews»: «A veces pienso, francamente, que los críticos de arte tienen algo que ver con todo ésto… que impiden ciertas cosas.

¿Qué pasa con las diferentes promociones acerca de quién es el mejor pintor americano? ¿Cómo pueden obtener resultados? «.

El hecho de que Tomlin sea uno de los pintores expresionistas  abstractos cuya obra mereció escasa consideración en vida y que actualmente corren el peligro de caer en el olvido puede concebirse también como un efecto de la crítica de arte, algo de lo que era plenamente consciente el mismo Tomlin.

La influencia decisiva de los críticos sobre la carrera de los pintores se hizo más que evidente en los casos, entre otros, de Jackson Pollock y Clement Greenberg,  o Willem de Kooning y Harold Rosenberg.