Obra «San Sebastian» de Antonello da Messina, 1476. Pintura sobre tabla traspasada a tela. 171 x 85 cm. Staaliche Gemaldegalerie, Dresde.
Comentario de la obra «San Sebastián» de Antonello da Messina
En el «San Sebastián » es donde, tal vez, pueden apreciarse mejor los nuevos matices que adquiere el arte de Antonello en contacto con el mundo veneciano. La monumental figura del joven san Sebastián se alza como una estatua de proporciones perfectas por encima de la arquitectura armoniosa del lugar del martirio, arquitectura que, a pesar de la rotundidad y equilibrio de sus formas, queda empequeñecida ante la presencia del cuerpo del santo.
Girando levemente sobre sí mismo, acariciado por la luz y por la sombra, el santo se representa como un ser de carne y hueso atravesado por cinco flechas que no parecen causarle dolor físico, sino deseo de consuelo espiritual.
Parecida sensación de abstracción de la realidad, que denota el rostro suplicante de san Sebastián, se patentiza también en el resto de las figuras de la composición: las damas que en la balconada engalanada conversan distraidamente, los guardianes de la izquierda que, sumergidos en alguna discusión banal, no se percatan de lo que sucede a su alrededor, o el indigente de la derecha que, durmiendo plácidamente en atrevido escorzo, ha traspasado el umbral de la conciencia.
La armonía solemne que desprende toda la obra, la sabiduría con que Antonello maneja la perspectiva del fantástico paisaje urbano ordenado por la cerebral trama geométrica del huidizo suelo, la de las arquitecturas, la de las flechas que marcan la espacialidad y cuyas sombras son referencia de la luz que modela con fuerza el cuerpo del santo, y la de los personajes, el sutil tratamiento de la luz del paisaje que se columbra en la lejanía a través del pórtico, y el escorzo, entre geométrico y lumínico, del tambor de columna del primer término, ejemplifican, sin duda, todo lo que Antonello aprendió en los hitos del largo trayecto artístico que separan Sicilia de Venecia.