La pareja amorosa desigual – Lucas Cranach el Viejo

1532, pintura sobre tabla, 108 x 119 cm, National Museum de Estocolmo.

La pareja amorosa desigual de Lucas cranach el viejo

La mujer está muy presente en la pintura de Cranach.  El hecho encuentra justificación en que el Humanismo germánico y, luego, la Reforma, aunque con interpretaciones muy diversas, rescatasen a la mujer de su ostracismo medieval en el que, sin consideración jurídica de «persona», era considerada la serpiente responsable de la caída del hombre. 

Entre las mujeres pintadas por Cranach  no faltan esposas con aires honestos, ni aristócratas y princesas enjoyadas y vestidas con ropas costosísimas, ni retratos de jóvenes burguesas, hoy anónimas.

Pero ante una cultura misógina, tanto las hermosas amantes, como las esposas con aires de honestidad eran excepción.

La mujer, a pesar del movimiento de emancipación propiciado por los reformistas y a pesar de contar con ilustres defensores como Erasmo de Rotterdam, era considerada un mal para el hombre, un ser sensual, coqueto, vicioso, infiel, vanidoso, mentiroso y corrupto; tan corrupto, vicioso y estafador como el propio clero.

Cranach trata esta sumisión o vasallaje del hombre a los encantos y caprichos de la mujer en diversas obras cuyo argumento extrae tanto de la mitología como de las Escrituras.

Las relaciones carnales o los deseos amorosos los traspasa a la vida cotidiana adentrándose en el tema de las llamadas «parejas desiguales», es decir, en las relaciones entre el hombre  y la mujer de muy diferente edad en las que no se puede hablar de amor sino de dinero u otros intereses.

Se conocen unas veinte versiones atribuidas a Cranach de esas parejas desiguales en actitud de comercio amoroso.

Realizadas en pequeño formato, excepto la versión de Estocolmo en la que la escena asume una gran complejidad iconográfica  que permite al pintor ofrecer un espléndido tratamiento de la naturaleza muerta. Vestidas con ricos trajes a la moda, las jóvenes lucen joyas y peinados recogidos.

A veces aceptan las caricias de sus fogosos pretendientes a cambio de regalos como collares o anillos. Los viejos, ataviados con indumentarias también caras, muestran un aspecto que oscila entre lo noble y lo decididamente grotesco.