Monumento a Giovanni Acuto – Uccello

1436. Iglesia catedral de Santa María del Fiore, Florencia. Pintura mural traspasada a tela. 820 x 515 cm.

Comentario de la obra «Monumento a Giovanni Acuto» de Paolo Uccello

En 1436 el consejo de la catedral de Florencia lo selecciona para llevar a cabo el monumento pictórico en honor al «condottiero» John Hawkwood, o Giovanni Acuto (1436, Santa Maria del Fiore, Florencia), fresco realizado también en tierra verde y que sería la primera obra de este artista datada, firmada y documentada.

Es un trabajo plenamente maduro, en el que puede apreciarse la manifiesta preocupación por la perspectiva y la síntesis geometrizante de las formas propias de su autor.

Teniendo, quizá,  como modelo el monumento a Paolo Sevello de la iglesia de los Frari de Venecia, Paolo Uccello  realizó una composición ordenada según las leyes de la perspectiva, si bien utilizando puntos de vista distintos para la base y el sarcófago y para la estatua ecuestre.

Con todo, el monumento es más el resultado de un ejercicio de perspectiva que de exaltación humana, de la gloria mundana, de aquel que había llevado a la victoria a los ejércitos florentinos en la batalla de Casina, gloria que queda expresada en la inscripción  que corre sobre el sarcófago.

Las autoridades del «duomo» debieron quedar satisfechas con el trabajo realizado por Paolo Uccello,  ya que en 1443 aparece documentado un nuevo encargo.

A Paolo Uccello se lo suele citar entre los pintores florentinos que entendieron de manera distinta el Renacimiento  a como lo hicieron Masaccio, Brunelleschi y Donatello.

Y ello, en parte, es cierto, ya que su estancia en Venecia trabajando en los mosaicos de San Marcos le descubrieron un tipo de práctica artística  en la que la realidad es más una abstracción  que una experiencia cuantificable.

No es extraño, pues, que sus contemporáneos le achacasen que se preocupara más de lo incierto que de lo cierto (Donatello) y que, poco menos de un siglo después de su muerte, el manierista Giorgio Vasari le criticase su caprichoso modo de entender el arte y le achacara que «pintase los campos azules, las ciudades de color rojo, los caballos verdes y los edificios variados, según le pareciese».