1639, óleo sobre lienzo, 179 x 33 cms, Museo del Prado.
Comentario de la obra «el sueño de Jacob» de José de Ribera
Se narra aquí el episodio del sueño de Jacob (Génesis, 28, 12-22). Jacob, tras abandonar Bersabea para marchar a Padam-aram, en el camino, después de ponerse el sol, se detuvo a descansar; tomó una piedra para usarla como almohada y se durmió.
Soñó con una escala que se apoyaba en la tierra y llegaba al cielo, y los ángeles de Dios subían y bajaban por ella. Se le apareció entonces el Señor y le dijo: «Yo soy el Señor, Dios de Abraham tu padre y Dios de Isaac. La tierra sobre la que reposas te la daré a tí y a tu descendencia.
Tu descendencia será como el polvo de la tierra y se extenderá a oriente y occidente, al septentrión y al mediodía. Y serán bendecidas por tí y tu descendencia todas las naciones de la tierra».
Luego, Jacob se despertó y reconoció aquel lugar como la casa de Dios; tomó la piedra que había usado como almohada y derramó óleo sobre ella. Aquel lugar se llamaba Luz, y Jacob le puso el nombre de Betel.
La escala soñada es símbolo de la vida contemplativa: según la interpretación benedictina, la vida eremítica es el instrumento que hace ascender a los hombres al cielo y lleva a la tierra a los ángeles para ayudar a la humanidad, según los Padres de la Iglesia, oara quienes la escala es imagen de la Providencia divina.
Si en el siglo XVII son frecuentes las versiones del episodio con la escala, Ribera prefirió incidir en la humanidad del pastor Jacob, a quien vemos sumido en un profundo sueño; la presencia de la escala es sugerida por la estela luminosa que se funde con el resplandor de las nubes.
La extraordinaria luminosidad del cielo, que ocupa más de la mitad del lienzo, junto con el tono lírico que invade el cuadro, explica que en el siglo XVIII este cuadro se atribuyera a Murillo.
En dicha época, el valenciano no gozaba de especial fama, en parte a causa del drástico juicio expresado por Palomino, que lo consideraba capaz de pintar sólo «cosas horrendas y ásperas».