1628, Óleo sobre lienzo, 23 x 19 cmx, Rijksmuseum de Ámsterdam.
El autorretrato más precoz de Rembrandt que se conoce presenta algunos rasgos singulares que aclaran su probable significado. En la tabla, los rasgos del artista están envueltos en la penumbra, ya que la luz que ilumina el fondo se posa apenas en su mejilla y en su nuca; de su vestimenta sólo se indica un cuello blanco.
La atención del pintor no parece tanto la de representar su propia efigie como la de estudiar la incidencia de la luz sobre un rostro visto como de improviso. Se debe por lo tanto afirmar que este autorretrato estaría en función de la actividad de Rembrandt como pintor de historia, dado que con frecuencia es posible reconocer sus rasgos en personajes menores de las escenas sacras.
La naturaleza de los contrastes lumínicos demuestra el interés del artista por las investigaciones de los caravaggistas de Utrchet (Honthorst, Ter Bruggen y Baburen), que se manifiesta de manera aún más explícita en la «Parábola del viejo necio» de 1627.
El color se aplica en capas espesas y en relieve, en las que se adentra la punta del pincel hasta hacer salir la preparación: un tratamiento similar se encuentra también en otras obras juveniles, en las que introduce también un fondo neutro apenas articulado por la luz.
En 1632, Rembrandt llevó probablemente este autorretrato a Ámsterdam. Conocemos una copia suya de mano de un ayudante o alumno (en Kassel, considerada por muchos como el verdadero original) y una reproducción en grabado de 1634, obra de Jan Georg van Vliet.