En un contexto filosófico y científico que hizo del cuerpo humano el objeto de nuevas investigaciones, el género delmretrato reforzó su preocupación por la evocación psicológica de los sentimientos y de los estados de ánimo.
El retrato de corte, que expresaba las relaciones del individuo con el estado, llegó a ser la norma del género en toda Europa y expresaba la evolución política y el desarrollo de las ideas enciclopedistas.
Partiendo del esquema rígido del retrato de pie, el género evolucionó hacia una mayor soltura en busca de la psicología y del ambiente privado.
Los retratistas de fines del siglo XVII y los del siglo XVIII buscaban una belleza natural despojada de artificios. Les preocupaba encontrar un punto intermedio entre la idealización de un retrato que se abstraía de lo real y una figuración que daba cuenta de los defectos físicos del modelo. Por medio del grabado, el retrato tuvo una amplia difusión.
En un comienzo privilegio de los hombres de corte y de la gran burguesía , medio de reafirmar el poder y la posición, el retrato conquistó rápidamente la esfera de lo íntimo, donde perdió su severidad y pasó a resaltar el carácter natural de la representación.
Los retratos barrocos deben reflejar el alma y cuerpo
Merced a las investigaciones de Rubens y de Van Dick, el retrato flamenco se propagó por todas las cortes de Europa al amparo de los intercambios comerciales.
De un prototipo simple (representación de una persona de pie sobre un fondo de paisaje o de arquitectura estilizada), el retrato se modificó según las tendencias nacionales: noble y refinado para Inglaterra, severo y posado para Francia, místico y concentrado para España.
El éxito de los tratados de fisonomía, que asignaban una significación moral a las características físicas del rostro, visto como un espejo, hizo evolucionar considerablemente el tratamiento de este género.
Detrás del heroísmo del rostro, visto como un espejo, se descubrían las ansias de la interioridad. Charles le Brun destacó las relaciones directas entre las pasiones del alma y las manifestaciones del cuerpo.
En Quentin de la Tour y Jean Baptiste Perronneau, la utilización del pastel y de una ejecución con amplios contornos gráficos garantizaba un parecido moral. Fragonard y Antoine Watteau se aproximaron al cuerpo libertino.
El auge de una nueva clase burguesa a fines de siglo favoreció los excesos de sensiblería en los retratos de niños de Greuze o de clasicismo en los rostros fríos de Vigée-Lebrun.
El Autorretrato Barroco
El desarrollo del género del autorretrato (Jean Simeon Chardin, Nicolas Poussin, Diego Velázquez, Rembrandt) subrayó este cambio de concepción: si bien las fórmulas estereotipadas de la escenificación perduraban aún para los encargos oficiales de retratos, la atención comenzaría en lo sucesivo a orientarse hacia la observación de las fisonomías y la evocación psicológica.
Más allá del narcisismo inherente a toda forma de autorretrato, la decisión de pintar su propio rostro y cuerpo llevó al artista a describir lo esencial de la pintura, la sustancia misma de su creación.
La aventura interior se volcó hacia la tela, lo mismo que la autobiografía y los diarios íntimos -género que se desarrolló de forma paralela en el transcurso de los siglos XVII y XVIII- abordaron la apuesta moral de la introspección en la literatura.