1488-1490, pintura sobre tabla, 55 x 40 cm, Czartoryski Muzeum, Cracovia.
El cuerpo en tres cuartos a la izquierda y el rostro vuelto a la derecha, imprimen a la figura de la joven muchacha (amante de Ludovico el Moro) un movimiento cercano al del Ángel de la primera versión de la «Virgen de las rocas», y sin precedentes en la tradición retratista del Renacimiento. Su posición anuncia la figura sinuosa de Leda y el cisne, conocida por copias, destinada a tener gran eco en la pintura manierista.
La joven, vestida a la última moda española y adornada con sofisticados accesorios, sostiene con su brazo izquierdo -inacabado- un armiño que acaricia con la mano derecha, y que vuelve la erguida cabeza -aunque no la mirada- en la misma dirección que su dueña.
El animal, emblema de Ludovico el Moro, permite, como en el retrato florentino de Ginevra Benci, un juego de palabras con el nombre de la efigiada, esta vez en su acepción griega («galé»), y se convierte en símbolo de la pasión que sienten los amantes.
Los estudios de anatomía humana y animal, a los que Leonardo empieza a dedicarse en su primera estancia en Milán, encuentran una de sus primeras manifestaciones en esta obra, y otro tanto puede decirse de sus investigaciones sobre los efectos de sombra y luz, recogidos en su «Tratado de pintura».