1633, Pintura sobre tela, 219 x 35 cms, National Gallery of Art de Washington.
Comentario de la obra «La Reina Enriqueta María con Sir Jeffrey Hudson y un mono»
El cinco de julio de 1632 van Dyck se trasladó a Londres, donde fue pronto investido con la distinción de «sir» y nombrado pintor de corte de Carlos I y su esposa Enriqueta María, con una generosa retribución anual.
Sus numerosos retratos del rey y la reina, así como de varios miembros de su corte, han condicionado profundamente la percepción histórica del carácter aristocrático del reinado de Carlos I.
Una de las primeras pinturas de van Dyck para la corte, que además transmite plenamente los ideales de paz y armonía que sustentan la filosofía de la pareja real de gobernar por derecho divino, es su asombroso retrato de «La reina Enriqueta María con Jeffrey Hudson» (National Gallery of Art de Washington).
Aplicando una composición que había desarrollado en Génova durante los primeros años de la década de 1620 con su retrato de Elena Grimaldi, van Dyck retrató a la reina en posición de pie detrás del pórtico de una imponente arquitectura.
Casi como volviendo la espalda a su corona, la cual se encuentra anidada entre las elegantes cortinas doradas que cuelgan frente a una columna estriada, se detiene antes de descender de un peldaño curvado hacia el verde paisaje para apoyar su mano en la espalda de un pequeño mono sostenido por el enano de su corte, Jeffrey Hudson.
Su airosa pose y recatada expresión son a la vez regias y entrañables. El sombrero negro de plumas y ala ancha, y el espléndido vestido de caza de satén azul crean una sensación de dinamismo y vitalidad.
Un doble retrato de la reina y su enano tenía indudablemente un objetivo que iba más allá de demostrar que la reina se complacía con la compañía de Jeffrey. Una posible razón pudo ser que tal yuxtaposición realzaba la figura de la reina al hacerla más alta de lo que realmente era.
Sin embargo, dentro del ambiente neoplatónico de la corte inglesa, el gesto de Enriqueta María de refrenar cariñosamente al mono habría sido interpretado como indicativo de que ella encarnaba los ideales de belleza y virtud, a la vez que reinaba sobre la pasión desenfrenada, papel que asumía cuando participaba en las mascaradas de la corte.