1507, óleo sobre madera, 122 x 80 cm, Museo del Louvre.
Dulzura y equilibrio: el arte de las madonnas. Una de las mejores obras del período florentino de Rafael, «La bella jardinera», recibió esa denominación en el siglo XVIII debido a la simplicidad y a la frescura de sus personajes.
La Virgen, emblema del amor materno , está representada en una postura natural, desprovista de todo hieratismo. Las líneas de los cuerpos, en suaves curvas, se amoldan armoniosamente a la forma del marco.
El paisaje unificado, de tintes suaves, realza la impresión de serenidad de una escena que es más maternal que religiosa. La soltura de las líneas y la suavidad de los rasgos de la madonna hacen de este cuadro un modelo de su género, desde los pintores clásicos hasta Ingres.