La reina María Amalia de Sajonia – Antón Rafael Mengs

Un salto de más de doscientos años nos lleva de los tiempos del humanismo renacentista a los del racionalismo dieciochesco, Mengs, nacido en Bohemia, alemán por su nacimiento, ambiente y educación primera, va a moverse sin embargo en una órbita que rebasa cualquier nacionalismo.

Comentario de la obra «La Reina María Amalia de Sajonia» de Antón Rafael Mengs

Teórico embebido de reglas y sistemas, va a dictar sus principios y sus convicciones por toda Europa, y las Academias que nacieron con cierta aureola barroca van a reducirse a su ley y a sus normas.

En España vivió casi diez años, en dos etapas, de 1761 a 1769 y de 1774 a 1776; ya aludimos a su rivalidad con Tiepolo y a las desventuras que al gran maestro veneciano causaron los intransigentes devotos del alemán.

Quizá lo más valioso, o al menos lo más vigente, de la obra de Mengs, sea su incesante actividad de retratista, de la que el Prado guarda rica representación. Como buen cortesano, hay siempre en él un cierto deseo adulador, que suaviza imperfecciones, quita años a las damas y da apostura a los caballeros.

Su técnica, impecable y esmaltada, consigue bellos efectos de calidades en las telas de seda, en los muarés de aguas. en los encajes y accesorios lujosos que envuelven opulentamente a sus personajes, eternizados en actitudes elegantes y un tanto afectadas.

Las carnes, tersas también, tienen con frecuencia una calidad como de porcelana, que contribuye a alejar y enfriar estos personajes, de tan digna altivez.

En ocasiones, sobre todo en apuntes rápidos, en bocetos o impresiones del natural hechos directamente para ser elaborados luego, o en retratos burgueses de amigos y parientes, sin la prosopopeya alcanza cimas de espontaneidad, inmediatez y vivacidad honda que, como se ha dicho, dejaron huella en Goya del mismo modo que los retratos tan pulcramente concluidos de terminaron el arte de Vicente López.

Este retrato de María Amalia de Sajonia, primera mujer de Carlos III, pintado seguramente a través de una minia pues no llegó a conocer a la reina, muerta antes de su venida, es ejemplo perfecto y elegantísimo de su arte más cortesano.