La Virgen con el Niño, un santo y un ángel – Andrea del Sarto

Este gran lienzo es sin disputa una de las obras capitales de su autor. Los florentinos contemporáneos solian llamar a Sarto «Andrea senza errori», Andrés el perfecto, que diríamos nosotros; tal era su prodigiosa maestría en el componer, en disponer acciones y personajes sobre el lienzo con portentoso ajuste de expresiones y ritmos, de claridad, elegancia y monumentalidad singulares.

Comentario de la obra «La Virgen con el Niño, un santo y un ángel» de Andrea del Sarto

El esquema triangular de que se sirve aquí, es el mismo que usa Rafael, y que hace escuela en el renacimiento romano.

Pero Andrea añade a la perfección formal, un tanto fría, del mundo: rafaelesco, una emoción delicada y melancólica, imprecisa a veces y difícil de definir, que le viene de Leonardo da Vinci, no a través de las formas o los modelos sino desde lo más hondo de la sensibilidad misteriosa y ambigua: semejanza que acrece el uso del sfumato, que envuelve en un impreciso flou las sonrisas, entre dolorosas y placenteras.

Aquí, para nuestra sensibilidad moderna hay otro elemento de misterio: el asunto mismo, la identidad de las dos figuras que acompañan a la Virgen y al Niño y, sobre todo, del grupo, portentoso de elegancia y encanto, de la mujer velada que se aleja con un niño de la mano.

Se ha pensado que el joven sentado a la derecha sea Tobías, y el ángel con el libro, san Rafael, inscribiendo así el cuadro en la polémica católico protestante sobre la autenticidad del libro de Tobías; pero en ese caso, son raras la ausencia del pez y la presencia de aureola sobre el joven, que de ser Tobías no había de llevarla.

Quizá sean, más simplemente, san Mateo y el ángel, su atributo, con el libro del Evangelio. Misteriosa queda siempre, en una y otra interpretación, la figura de segundo término. El cuadro fue también de los comprados para Felipe IV en la venta que siguió a la decapitación de Carlos I de Inglaterra, y estuvo en El Escorial hasta la fundación del Museo.