Hijo de Peter Brueghel el Viejo y nacido en 1568, Jan Brueghel es una de las personalidades más curiosas del arte flamenco.
Comentario de la obra «El sentido del oído» de Jan Brueghel
Situado entre dos siglos tan diversos como el xvi manierista y el xvII barroco, y trabajando en su madurez al lado de un genio tan absorbente y totalizador como Rubens, supo mantener su personalidad refugiándose en la especialización en los paisajes diminutos, donde la realidad se interpreta con vivacidad y objetividad admirables, y en la pintura de flores, floreros o guirnaldas, esmaltadas y frescas, hormigueantes de mariposas e insectos.
Su afan por la minucia y su virtuosismo en las superficies y las calidades, que le han valido el sobrenombre de Velours -de terciopelo- han hecho que, con frecuencia, se olvide que hay en él un artista capaz de componer con amplitud y de manejar un repertorio riquísimo de recursos, servidos siempre con infalible técnica de miniaturista.
El Prado posee la más rica colección de sus obras que pueda verse en museo alguno. Adviértase que desde 1609 hasta su muerte (1625) fue pintor de los archiduques Isabel Clara Eugenia y Alberto, gobernadores de los Países Bajos, que le distinguieron en su afecto y le hicieron infinidad de encargos.
Entre los cuarenta cuadros suyos que recoge el último Catálogo, destacan especialmente las cinco grandes tablas de los Sentidos corporales, donde con intención alegórica ha reunido lo mejor de cuanto le permite ofrecer su maestría en la reproducción de la naturaleza, viva o muerta.
El Oído es uno de los cuadros más complejos de la serie. Todos los elementos que, de modo más o menos directo, se relacionan con este sentido, se acumulan aquí, pintados con amorosa perfección.
Al fondo se advierte el castillo de Mariemont, residencia de los Archiduques, y sobre la mesa aparece un tomo de madrigales de Pierre Philipp, el organista de la corte.
El tipo femenino de la ninfa desnuda nos habla ya de la influencia de Rubens. Se pintó en 1617 o 1618, fechas en que se hallan firmados sus compañeros.
La serie perteneció al cardenal infante D. Fernando que la regaló al duque de Medina de las Torres, y éste a Felipe IV.