Obra desconocida en la producción del pintor hasta la catalogación de los fondos del Banco Urquijo en 1982. El asunto está ligado a la monarquía española y su contenido predica la prudencia y sabiduría que los reyes deben imitar del rey bíblico; concretamente, es la intención de su representación en la sala de audiencias, en los aposentos del rey en el Pardo.
Comentario de la obra «El juicio de Salomón» de Juan de la Corte
El juicio lo narra el «Libro de los reyes»: Vinieron por entonces al rey y se presentaron ante él dos mujeres de mala vida; dijo una de ellas: «escucha, mi Señor: yo moraba con esta mujer en la misma casa y allí di a luz a un niño; a los tres días dio ella también luz a un niño.
Habitábamos juntas y ningún extraño había entrado en la casa, no había allí más que las dos. El hijo de esta mujer murió una noche por haberse ella acostado sobre él; y ella, levantándose en mitad de la noche, me quitó de mi lado a mi hijo, mientras tu sierva dormía, y púsolo a su lado, dejando al mío a su hijo muerto.
Cuando yo me levanté por la mañana para dar el pecho a mi hijo, halléle muerto, mas mirándole a la mañana, vi que no era mi hijo, el que yo había parido». La otra mujer dijo: «No, mi hijo es el que vive, es el tuyo el que ha muerto». Y la primera replicaba: «No, tu hijo es el muerto, y el mío el vivo».
Y así disputaban en presencia del rey. Tomó entonces la palabra el rey: «Traedme una espada». Trajeron al rey la espada y él dijo: «Partid por el medio al niño vivo y dad la mitad de él a una y la otra mitad a la otra». Entonces la mujer cuyo niño era el vivo dijo al rey: «Oh señor, dale a ésa el niño pero vivo, que no lo maten» (3, 16-26).
El escenario es el interior de un templo de traza manierista. La historia del juicio está desplazada al ángulo izquierdo del escenario bajo un rico dosel. Al pintor le importan los amplios escenarios más que la misma historia, y el crítico M. S. Soria puso en relación estas perspectivas con la obra de Vredeman de Vries. Es posible que esté aquí la fuente de su inspiración.
El pintor cultiva los temas religiosos del Antiguo Testamento con la gracia y lujo de los pintores del norte, pero los ejemplares conservados son pocos. Es difícil fechar esta pintura, pues las obras datadas son escasas, lo que hace difícil marcar puntos en la evolución de su arte, pero el estilo es típico, con clara influencia flamenca, pudiendo enclavarse en el capítulo de los llamados pintores de género, con valoración del lujo, la teatralidad ambiental y la gracia, por entonces cima del dramatismo de las situaciones, tan típicas del barroco contrarreformador.