Del Renacimiento al siglo XVIII, la historia del coleccionismo se confunde con la de las ideas de la época, de modo que es un medio para plasmarlas.
Pero mientras que lo extravagante y lo insólito eran los criterios de elección para los «gabinetes de curiosidades», las colecciones de obras de arte se fundaban en la pasión y el gusto.
El Arte antes de los museos
Simbólicas, didácticas o científicas, las colecciones reflejaban el alma del coleccionista, considerado un representante de su época. Como consecuencia de ello, la naturaleza de las colecciones varió considerablemente de un siglo a otro.
No obstante, se pueden destacar dos grandes tendencias. Por un lado, se encuentra el gabinete de curiosidades, que apareció hacia 1450 y era muy apreciado por todos los soberanos europeos.
Estaba constituido por onjetos tan variados como colmillos de elefantes , piedras preciosas, animales disecados, conchas fantásticas de moluscos y hasta míticos cuernos de unicornio. Los actuales museos de ciencias naturales podrían ser sus descendientes.
Por otra parte, se hallaban las colecciones de obras de arte. A través de toda Europa, soberanos y élites formaron colecciones de arte que fueron los emblemas de su poder. El deseo de ostentación era tan fuerte como el de la posesión, por lo que estas colecciones se hicieron poco a poco más accesibles.
Así, siguiendo el ejemplo de Julio II y del «jardín de las esculturas» antiguas que había construido en el Vaticano, en un comienzo privado y posteriormente abierto al público en general, las colecciones constituyen el origen de la idea misma de museo.
En el Renacimiento, el goce por la acumulación pletórica constituía una verdadera motivación para los coleccionistas de arte y de curiosidades. En efecto, el pensamiento del Renacimiento actuaba en gran parte según el principio de la acumulación.
El vínculo de los objetos coleccionados no era de naturaleza continua o racional, sino que se basaba en la enumeración. Era una manera de circunscribir y de apropiarse del mundo, de forjar un microcosmos, reflejo utópico de la multiplicidad del mundo real.
No obstante, el aspecto disperso y variado de la colección fue cediendo paulatinamente paso a una forma más coherente de presentación. En el siglo XVIII se efectuaron , en lo que concierne a las colecciones de cuadros, montajes que privilegiaban la perspectiva histórica, la voluntad didáctica o la distribución por escuela.
Paralelamente, la red de colecciones se enriqueció con nuevos actores, los marchantes de cuadros, y con nuevas estructuras, como los catálogos y las ventas en subastas. Al pasar del dominio puramente patrimonial al dominio público, la colección adquirió una carácter financiero, pero al mismo tiempo se convirtió en un medio de análisis y de comprensión del arte.
Las grandes colecciones de Arte de la historia: Principales referencias.
FRANCISCO I (1494-1547). Su colección de Fontenebleau reunía cuadros italianos y en torno a los artistas de la llamada Escuela de Fontanebleau.
LOS FARNESIO. Paulo III Farnesio (papa de 1534 a 1549) coleccionó esculturas de la Antigüedad; Alejandro Farnesio (1545-1592), medallas y gemas.
FRANCISCO I DE MEDICIS. A partir de 1581, hizo de la Galería de los Ufizzi uno de los primeros lugares de exposición de obras de arte.
CARLOS I DE INGLATERRA. (1600-1649). La venta pública de su colección en 1650 constituyó, entre otros, el fondo de base del Ashmolean Museum de Oxford.
RICHELIEU. En 1677 quiso que Roger de Piles publicase la composición de su colección de Rubens.
CATALINA II DE RUSIA. (1729-1796). Para conservar sus 10.000 gemas, sus 200 estatuas adquiridas de la colección Lyde Browne de Londres y sus 500 cuadros de la colección Pierre Crozat de París, Catalina II hizo construir un palacio, el Ermitage, en San Petersburgo. Según ella: «todas las colecciones de Europa no son más que niñerías comparadas con la nuestra».