Al morir Caravaggio en 1610, su manera de abordar la pintura fue ampliamente difundida en Europa. Durante casi 30 años, su sello vigoroso marcó el arte occidental.
Al contrario que Annibale Carracci, Caravaggio no dispuso de taller ni de escuela para formar alumnos. Su pintura, no obstante, provocó un rápido y fuerte impacto en sus contemporáneos. Muchos artistas, de origen y formación muy diversos, lo emularon.
La Roma de Caravaggio fue el centro artístico más brillante y el más rico de Occidente. Los jóvenes pintores procedían de toda Italia (Orazio Gentileschi, de Pisa; Carlo Saraceni, de Venecia; Giovanni Serodine, de Ascenna), pero también vinieron de toda Europa (Simon Vouet, de Francia; Ter Brugghen, de Países Bajos; José de Ribera, de España). Estos pintores estuvieron marcados en su formación por el estilo innovador de Caravaggio.
Una lectura subjetiva
Para estos jóvenes artistas, la obra de Caravaggio no constituía un modelo estereotipado y dogmático, sino que les proporcionaba un nuevo repertorio formal e iconográfico.
De la forma caravaggista, ellos tomaron la representación de personajes macizos, las figuras cortadas a medio cuerpo, la manera naturalista y el claroscuro (Rembrandt), sin embargo, no lograron captar todo su alcance dramático y espiritual.
Entre los temas tratados por el pintor, privilegiaron aquellos inspirados en la vida cotidiana: «La buena ventura» (Valentin de Boulogne, Georges de la Tour) y las escenas más violentas de su repertorio, como «Judit y Holofernes» (Artemisia Gentileschi, hija de Orazio), o «David con la cabeza de Goliat» (Bartolomeo Manfredi).
Éxitos e Infortunios de los pintores Caravaggistas
Estas fórmulas plásticas tuvieron tanto éxito porque permitieron a los artistas liberarse de las restricciones formales e iconográficas para pintar de manera más simple e inmediata un «episodio de la vida».
Esta aspiración a representar una realidad más tangible respondía, por otra parte, a lo que esperaban los mecenas laicos, cuyo número y riquezas no hacían más que aumentar. Para muchos de estos artistas, sin embargo, el caravaggismo no constituyó más que una etapa.
En la propia Italia, Orazio Gentileschi, el primero de los pintores caravaggistas, se apartó poco a poco del naturalismo y del tenebrismo de Caravaggio para pintar cuadros de tonalidades más claras, siguiendo la tradición florentina.
Del mismo modo, Vouet adoptó una manera más elegante, a partir del momento de su regreso a Francia. No obstante, algunos pintores, como La Tour, permanecieron apegados a las lecciones del pintor desaparecido.
Obras importantes de los pintores Caravaggistas
La vocación de San Mateo, 1620. Ter Brugghen. Óleo sobre tela. Actualmente en el Museo de Bellas Artes de el Havre.
Este cuadro de juventud hace referencia al de Caravaggio pintado para la iglesia de san Luis de los Franceses. Sin embargo, el pintor hizo desaparecer varios elementos, como el hombre joven elegantemente vestido y el vacío, ese espacio tenebroso y compacto en el que Caravaggio hace aparecer la luz.
Los personajes se representaron más juntos, y los detalles, como la ropa tendida en el segundo plano, se multiplicaron. Esta interpretación más libre y pintoresca de la iconografía religiosa se puede explicar, en parte, por la historia.
A comienzos del siglo XVII, la escisión entre las provincias de Flandes y Holanda permitió a los artistas de los Países Bajos liberarse de los dictados y de los modelos pictóricos impuestos por la Contrarreforma.
La buena ventura, Valentín de Boulogne. 1628. Óleo sobre tela. Museo del Louvre.
Una atmósfera misteriosa y poética. Este tema, que Caravaggio había tomado de los artistas del norte, fue muy apreciado por los pintores caravaggistas. Si el tema tuvo tal éxito, se debió a que ofrecía la posibilidad de pintar personajes de fisonomía turbadora en un ambiente realista y popular. Aquí, el artista utilizó con maestría el claroscuro en una ejecución muy refinada.
Judith y Holofernes, Artemisia Gentileschi. 1620. Óleo sobre Tela. Galería de Los Uffizi, Florencia.
Una violencia insostenible. El tema de la decapitación es recurrente en la obra de los pintores caravaggistas (sacrificio de Isaac, decapitación de san Mateo). Aquí, Artemisisa Gentileschi se inspira en el cuadro «Judit y Holofernes», pintado por Caravaggio en 1595.
La brutalidad de este tema y su fuerte contenido psicológico inspiraron muy particularmente a la artista, que pintó diversas versiones de este tema (hoy en Nápoles, Florencia y Detroit).
La fuerza con la que Judit y su sirvienta se ponen a degollar a Holofernes y la sangre que sale a borbotones en el centro de la composición evidencian la atrocidad de esta acción, más expresiva que indicadora de heroicidad.
La Magdalena con la lamparilla de noche, 1640. Georges de la Tour. Museo del Louvre.
La «Magdalena» del Louvre es la más austera de la serie pintada por La Tour. Los adornos que la santa llevaba puestos en los cuadros anteriores, sus joyas, su vestido bordado y el hermoso espejo tallado desaparecieron.
Solo se ha conservado lo esencial, la lamparilla de noche, los libros de culto y la cruz. El artista logra una sobriedad, una sinceridad y una religiosidad comparables con los cuadros de Caravaggio. Las formas están simplificadas al máximo y parecen resumirse en volúmenes geométricos puros, revelados por la luz.