Catalán de origen, Francisco Ribalta (Solsona, 1565 – Valencia, 1628) firmó su primera obra conocida en Madrid, ciudad en la que trabajó durante casi dos décadas y en donde nació su único hijo pintor, Juan Ribalta (1596/1597 – Valencia 1628).
Biografía de Juan y Francisco Ribalta
Una vez afincado en Valencia, Francisco cultivó un tipo de pintura deudora del manierismo difundido desde El Escorial que le aseguró un papel de primer orden entre una clientela fundamentalmente religiosa.
En la etapa final de su trayectoria artística, en la que colaboró y seguramente influyó su hijo Juan, fue capaz de renovar su bagaje pictórico efectuando una personal interpretación del nuevo lenguaje naturalista que le convierte en una de las grandes figuras de la pintura española del Siglo de Oro.
Tal vez abandonó Madrid poco después de la muerte de Felipe II, acaecida en septiembre de 1598, que probablemente frustró sus esperanzas de conseguir encargos importantes en el ambicioso proyecto escurialense.
Se encaminó hacia la ciudad del Turia atraído por las oportunidades de trabajo que pudiese conllevar la decoración del Colegio y Seminario del Corpus Christi, fundado por el arzobispo de Valencia Juan de Ribera, hombre culto que se convirtió en el principal mecenas de la ciudad y fue hasta su muerte un decidido protector de Francisco Ribalta.
Por recomendación suya , entre 1603 y 1605 el pintor realizó su primera obra de empeño documentada en tierras valencianas, el retablo mayor de la iglesia de Santiago Apóstol de Algemesí, parcialmente destruido durante la guerra civil española (in situ, seis de las diecinueve piezas de las que originariamente constaba el retablo).
Estando ocupado en la ejecución del retablo de Algemesí, Francisco fue requerido por el arzobispo para llevar a cabo el lienzo de la «Aparición de Cristo a san Vicente Ferrer » para la capilla dedicada al predicador dominico en la iglesia del Colegio del Corpus Christi (1604-1605, in situ).
Un año después se hizo cargo de la obra destinada al lugar principal de la misma iglesia, la «Última Cena» del altar mayor (1606, in situ), que en 1610 completó con la «Natividad» de la parte superior (in situ).
Alrededor de 1620, Francisco prosiguió su actividad pictórica en Valencia, de la que da constancia un considerable número de notables obras a las que otorgó un intenso realismo y un inédito y profundo sentido religioso, como el «San Francisco confortado por un ángel músico» (1620, Museo del Prado), el «San Francisco abrazando a Cristo crucificado» (1620, Museo San Pío V, Valencia), ambas realizadas para el convento capuchino de la Sangre de Cristo, y el «Abrazo de Cristo a san Bernardo», pintado probablemente para la celda prioral de la cartuja de Porta-Coeli, cerca de Bétera (1626-1627, Museo del Prado).
Su última obra de envergadura fue el retablo mayor de la Cartuja de Porta-Coeli (1626-1627, Museo san Pío V, Valencia), que llevó a cabo con participación de su hijo Juan y miembros del taller.
Francisco Ribalta murió el trece de enero de 1628, con gran reputación entre sus contemporáneos. Nueve meses después, el nueve de octubre, probablemente a causa de una epidemia de tifus que azotó la ciudad de Valencia, falleció su hijo Juan.