Expresionismo Abstracto. Óleo sobre lienzo. 236 x 162 cms. The Phillips Collection de Washington.
Tras la fase de transición de las llamadas «multiformas «, Mark Rothko concibió en 1949 su característica disposición horizontal de campos de color sobre un fondo monocromo, en la que con ciertas variantes insistió hasta el final.
En 1951, en un simposio sobre las relaciones entre arquitectura, pintura y escultura, justificó su decisión de trabajar con grandes formatos, algo que ya había hecho ocasionalmente en etapas anteriores de su producción: «Pinto cuadros de gran tamaño.
Soy consciente de que históricamente pintar cuadros grandes es hacer algo grandilocuente y ostentoso.
Sin embargo, la razón profunda de ello -lo mismo cabría decir de otros pintores que conozco- es mi deseo de ser muy íntimo y humano.
Realizar una obra pequeña es situarse fuera de la experiencia propia, es contemplar la experiencia como una imagen estereotipada o a través de una lente diminutiva. Pero al pintar un cuadro de gran tamaño, se está dentro; no es algo de lo que se pueda disponer sin más».
En adelante, Rothko fijará personalmente, en la medida de lo posible, las condiciones de presentación de sus cuadros: la manera de agruparlos, colgarlos e iluminarlos.
Philip Guston recuerda la visita que efectuó en su compañía a una exposición en la Galería Sidney Janis durante la cual Rothko desconectó la mitad de las lámparas para crear un ambiente de luz tenue: «Estoy convencido -decía Guston- de que Mark llegaba sigilosamente cada día y apagaba las luces sin más y sin dar explicaciones «.
En cuanto al tratamiento de sus obras, la sensibilidad de Rothko exigía una relación de confianza profunda con sus coleccionistas o sus comisarios, que debían mostrarse dispuestos a aceptar las normas que él establecía.
Así, dispuso de una sala propia en la que expuso nueve cuadros con ocasión de la muestra «Quince americanos» organizada en 1952 por Dorothy Miller en el MOMA.
En otros muchos casos se negó a tomar parte en exposiciones colectivas o a presentar propuestas a las comisiones de adquisiciones cuando entendía que la posible presentación de sus obras no iba a ser la adecuada.
En este contexto, la colaboración entre Rothko y el matrimonio de coleccionistas afincados en Washington Marjorie y Duncan Phillips fue modélica.
La pareja, que ya había adquirido en 1957 dos obras del artista, acomodó en 1960 un museo en su propia residencia en el que reservó un espacio particular para tres cuadros de gran formato del pintor, que se convirtió en la primera sala Rothko permanente existente en una colección abierta al público.
Uno de ellos era «Ochre and Red on Red (Ocre y rojo sobre rojo)». Rothko examinó la instalación al año siguiente, corrigió las luces e insistió en la colocación de un banco. El museo se restauró en 1966 y la sala Rothko, que desde entonces alberga cuatro cuadros, fue objeto de una remodelación.
Ya en 1952, en una carta dirigida al codirector del Whitney Museum de Nueva York, Rothko había reflejado su sentido de la responsabilidad por «la vida que mis cuadros tendrán fuera, en el mundo».
Desde finales de los años cincuenta situó en el centro de su actividad artística la manera de trabajar relacionada con el espacio que ya se apuntaba en la exposición permanente de la Phillips Collection.