Esta tabla, conocida como «El retrato de Giovani Arnolfini y su Esposa» o «el Matrimonio Arnolfini», (1434, National Gallery, Londres, 82 x 59,5 cm), quizá en su día fue el compartimiento central de un tríptico, a ojos de la historia es una de las más enigmáticas obras pintadas por Jan van Eyck.
La primera noticia que se tiene de la obra data de 1490. En este año consta en la colección de Diego de Guevara, mayordomo mayor de Felipe el Hermoso, residente en Bruselas, quien lo regaló a Margarita de Austria, hija de Maximiliano I de Austria y regente de los Países Bajos hasta la mayoría de edad de Carlos V, su sobrino.
¿De qué trata? Comentario de la obra «el Matrimonio Arnolfini»
Poco después la tabla llega a España donde pasa a formar parte de las colecciones reales, en las que posiblemente la admiro Velázquez, en cuyas Meninas es posible percatarse de la huella que la visión de la tabla dejó en el pintor español. Se conoce que en 1789 aún estaba en Madrid, en posesión real, según los inventarios, de donde debió salir a principios del siglo XIX tras la invasión francesa.
En 1815 el general inglés Hay lo compró en Bruselas y lo revendió por una módica cantidad en 1842 a la National Gallery de Londres. Aparentemente lo representado es el retrato de cuerpo entero -cosa nada frecuente en la época y aun a lo largo de todo el siglo XV- de dos figuras, hombre y mujer que se dan la mano en la intimidad de una alcoba burguesa, constituyendo lo que podría parecer a primera vista un cuadro de género.
El hombre vestido con una amplia hucha de terciopelo rojo forrada de piel de marta sobre jubón negro y tocado con un gran sombrero de fieltro raso, se trataría de Giovanni di Arrigo Arnolfini, mercader de Luca (Italia) instalado en Brujas desde alrededor de 1420 y fallecido en 1472.
El éxito de la obra
Allí el éxito le sonrió llegando a ser nombrado caballero por el duque de Borgoña, a cuya corte abastecía de los más delicados y lujosos tejidos. Junto a él, van Eyck habría pintado a su esposa, Giovanna Cenami, de padre también de Luca aunque nacida en París, de quien se conoce el dato de que en 1490 aún estaba viva.
A diferencia de Giovanni, que viste traje corto, Giovanna luce largo y ampuloso traje de lana verde forrado de armiño, de cinturón alto y mangas acanaladas, que dejan al descubierto el intenso azul de la prenda de debajo. En su cabeza una blanca cofia de lencería almidonada cae por los hombros.
Más allá de las figuras humanas
A pesar de ser retratos, el hombre y la mujer no son los únicos elementos retratados de la tabla. Jan van Eyck retrata todo lo que sus ojos -que son los nuestros- alcanzan a ver: el entarimado del suelo; los rojos cortinajes del dosel de la cama; el rojo cubrecama y los rojos cojines del banco del fondo;
- Los zuecos, depositados en el suelo como si se los acabasen de quitar, unos en primer término, los otros en el fondo pisando uno la alfombra
- Las cuentas de cristal que cuelgan junto al espejo, ese espejo cóncavo con un marco en el que se representan escenas de la Pasión de Cristo y en el que se refleja lo que vemos y lo que no vemos de la estancia , e incluso los dos personajes -uno seguramente el pintor- que se hallan en el quicio de la puerta
- La santa Margarita que amansa al dragón en el banco que hay junto a la cama
- Las frutas -manzanas- en el alfeizar de la ventana; la ventana misma y el jardín que se adivina a través de ella
- La lámpara que cuelga del techo con una única bujía encendida a pesar de que la escena transcurre de día
- El perrito a los pies de la pareja, y la extraña inscripción que van Eyck pintó a modo de firma junto al espejo: «Jan van Eyck estuvo aquí, 1434»