1635, óleo sobre lienzo, 52 x 64 cms, Palacio Arzobispal de Milán
Comentario de la obra «la visión de Baltasar»
El tema de este insólito cuadro se deriva de la historia del festín de Baltasar, narrada en el capítulo V del Libro de Daniel. Baltasar, rey de los caldeos, había organizado una gran recepción en su palacio, utilizando como vasos para el vino los cálices sagrados del Templo de Jerusalén, aprehendidos por su padre, Nabucodonosor.
En el transcurso de la fiesta apareció de repente la mano de un hombre, que escribió en la pared: MENE, TEKEL, UPHARSIN, palabras arameas que significan «contado, pesado, dividido».
El rey ofreció una generosa recompensa y la tercera parte de su reino a cualquiera de los astrólogos y sabios babilonios que fuese capaz de interpretar el significado de aquellas palabras.
No lográndolo ninguno, la reina se acordó de un hombre llamado Daniel, que había sido profeta durante el reinado de Nabucodonosor. Fue llamado a la corte y recordó al rey que cuando su padre renunció a Dios fue condenado a vivir entre los animales.
Ahora que también Baltasar había hecho caso omiso de Dios y profanado los vasos de plata del templo, el Señor había escrito aquellas palabras , que significaban: «Dios ha examinado tu reino y le ha puesto fin», «has sido juzgado y hallado culpable», «tu reino será dividido entre medos y persas». Aquella noche Baltasar fue asesinado y Darío, rey de los medos, se apoderó de su imperio.
Ribera no eligió el episodio del festín con una composición atestada de figuras, como hizo por ejemplo Rembrandt, en el cuadro de la National Gallery de Londres, sino que concibió una imagen que condensara el instante de alucinación, la mano que se materializa saliendo de una nube de humo, una mano auténtica, que proyecta una visible sombra en la pared.