Tradicionalmente, la tabla se atribuía a su hijo Juan de Juanes; así lo estimó Buonarroti (Diario de Valencia, 1929), que la data en 1554, suponiéndola copia de la «Inmaculada » realizada por este pintor para la iglesia de la Compañía de Jesús (Valencia).
Sin embargo, Albi (1979), que también la atribuye a Juanes, discute la fecha de 1554, pero la reconoce anterior a la pintura para la iglesia de la Compañía de Jesús citada, que se encarga en 1568, datándola entre 1570 y 1575. La confusión ha sido constante e incluso ha sido reproducida como la mencionada.
Comentario de la obra «La Inmaculada Concepción» de Vicente Macip
La factura de Macip es más apretada, los perfiles más duros y más solemnes las figuras, y los plegados más estrechos. El fondo dorado es reminiscencia medieval, como las filacterias.
Juan de Juanes se vale de composiciones empleadas por su padre, pero de factura más suave, contornos menos firmes, y más esfumados y blandos, lo que le diferencia de la escultórica plasticidad de Macip; también los plegados son más amplios y más luminoso el color en Juan de Juanes, fundiéndose también los tornasoles manieristas.
Salas notó analogías de la tabla de Macip con el retablo de la catedral de Segorbe, lo que le indujo a pensar que formó parte del mismo conjunto, fechado entre 1531 y 1535, fecha aceptada en estudios posteriores.
Iconográficamente, la «Inmaculada» de Macip coincide con la idea de la Purísima descrita por Pacheco: «No tiene niño en los brazos, antes tiene puestas las manos, cercada de sol, coronada de estrellas, la luna a sus pies, con el cordón de san Francisco a la redonda…
Hácese de de pintar con túnica blanca y manto azul…, vestida de sol, un sol ovado de ocre y blanco que cerque toda la imagen unido dulcemente con el cielo…debajo de los pies la luna…suélese poner en los altos del cuadro Dios Padre o el Espíritu Santo, o ambos con las palabras del esposo» (Arte de la pintura, páginas 209-212).
Está representada con los ojos bajos, descendida del cielo, apoyada en un cuarto de luna y rodeada por los símbolos de la letanía. La Virgen coronada por la Santísima Trinidad fue una modalidad forjada por la devoción española.
La idea de la Inmaculada está íntimamente ligada a España, siendo la región valenciana tradicionalmente devota a la Virgen. En el siglo XV y principios del XVI, «María Tota Pulcra» alcanza esta forma definitiva rodeada de sus símbolos.
Las dos grandes filacterias dicen: » TOTA PULCHRA ES AMICA MEA…ET MACULA NON EST IN TE» (Cantar de los cantares, IV,7).
Los símbolos se adornan con nuevas filacterias de la letanía lauretana: el ciprés, el sol, la puerta, la vara florida, el pozo, un rosal, el olivo y el jardín cerrado, la estrella, la ciudad, la palmera, el espejo, la fortaleza, el lirio, la fuente y el cedro.
Una versión del mismo asunto, repitiendo el modelo de su padre, hizo Juan de Juanes para la Compañía de Jesús de Valencia, reduciendo las cartelas.
El modelo iconográfico lo inventó sor Isabel de Villena, abadesa del convento de la Trinidad, pero también se pensó en el pintor Juan de Juanes.
Según la tradición, el pintor trasladó a sus pinturas la visión del padre Martín Alberro, de la Compañía de Jesús, director espiritual suyo. Pero esta hipótesis debe ser desterrada: el modelo existía en los comienzos del siglo XVI, habiendo sido divulgado antes por Macip, como prueba la espléndida tabla aquí representada.