1628-1630, óleo sobre lienzo, 191 x 246 cms, Sanpaolo Banco de Napoli, en Nápoles.
Comentario de la obra «el martirio de san Lorenzo» de José de Ribera
Según la tradición san Lorenzo nació en Huesca. Fue archidiácono de la Iglesia romana en tiempos del papa Sixto II y como tal tenía, entre otros, el deber de socorrer a los pobres, distribuyendo entre ellos las colectas de los cristianos.
En el año 258, con Valeriano, hubo una persecución, primero más bien blanda, luego durísima: sacerdotes y obispos fueron condenados a muerte. Agravada la persecución, el mismo papa, detenido y conducido al martirio, encargó a Lorenzo que diese cuanto tenía a los pobres.
Cuando el emperador llamó a Lorenzo para que le entregase los tesoros de la Iglesia, éste reunió a un grupo de pobres, exclamando: «He aquí nuestros tesoros, que nunca disminuyen, y siempre dan fruto y se les encuentra por todas partes».
Valerosamente afrontó el martirio, condenado a ser quemado vivo en una parrilla puesta sobre carbones ardientes: los verdugos, los látigos, las llamas y las cadenas no pudieron nada contra la fe de este diácono, que murió rezando por sus perseguidores y por su ciudad de Roma.
En este cuadro Ribera muestra el momento en que san Lorenzo es colocado en la hoguera: los esbirros le sujetan los brazos y otro personaje las piernas. Debajo de la parrilla hay un individuo avivando los carbones; este fragmento ofrece al artista la oportunidad de investigar los colores de la luz producida por los tizones ardientes, un motivo experimentado en el siglo anterior (por ejemplo en el «Muchacho encendiendo una vela con un tizón» de El Greco, hoy en el Museo Capodimonte de Nápoles).
La organización de la escena, con el cuerpo del santo ocupando casi toda la longitud del lienzo, las figuras de los asistentes en segundo plano, los esbirros, presentados con una vivaz realismo, y el cielo oscuro en su mitad, recuerdan otras escenas de martirio presentadas por Ribera entre 1628 y 1630, como el «Martirio de san Bartolomé» de la Galleria Palatina de Roma.