Versátil y prolífico, François Boucher representa la quintaesencia de lo parisino en un momento en que París y su Corte eran el centro artístico de Europa.
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Tachado en ocasiones de personaje frívolo, licencioso y de «degradadas costumbres», acusado de ser un decorador cuyo éxito se debió únicamente a la protección de la favorita de Luis XV, la marquesa de Pompadour, Boucher se revela en sus obras como un pintor enérgico y capaz que supo captar la sensualidad del cuerpo humano -es uno de los grandes pintores de desnudos femeninos de toda la historia del arte- tanto como el espíritu de una época y una sociedad, la de los grandes aristócratas y los ricos burgueses, llena de contradicciones, que se entregaba, para huir de ellas, a los deleites voluptuosos de la vida mundana.
Los primeros años de François Boucher
Hijo de Nicolás Boucher o Bouché, un oscuro dibujante y pintor miembro de la Académie de Saint-Luc, François Boucher nació en París el 29 de septiembre de 1703.
Su padre fue probablemente su primer maestro y su arte conocerá un primer y aislado éxito a los 17 años, cuando un lienzo con el Juicio de Susana (National Gallery of Canada, Ottawa) llama la atención del pintor François Lemoine, uno de los últimos exponentes del «grand goût» su Abecedario…, el grabador y coleccionista Jean-Pierre Mariette afirma que Boucher fue alumno de este último por algunos meses).
Bajo la tutela de Lemoine, Boucher participó en el Grand Prix de la Académie Royale de Peinture et de Sculpture de 1723 y lo ganó con un desaparecido lienzo que mostraba el obligatorio tema de Evimerodach, hijo y sucesor de Nabucodonosor, liberando a Joaquín cautivo de su padre.
El premio consistía en una beca de estudios en la Académie de France en Roma. Sin embargo, Boucher no pudo disfrutar de la beca, puesto que el duque de Antin, Surintendant des Bâtiments, prefirió prolongar la estancia en Roma de otros becados que disfrutaban de su protección.
Boucher quedó pues en París, ganándose el sustento mediante la realización de ilustraciones para grabadores como Jean-François Cars y aguafuertes de pinturas de otros artistas, como los que hace de Watteau para el editor y coleccionista Jean de Jullienne (55 planchas para el libro Figures de différents caractères, de Paysages et d’Etudes d’après nature par Antoine Watteau).
En este período, que abarca hasta 1728, su trabajo más importante fue la colección de 25 dibujos que realizó para la tercera edición de la Histoire de France de P. Gabriel Daniel, publicada por Denys Mariette y Jacques Rollin.
Estos trabajos, en cualquier caso secundarios, le permitieron reunir el dinero necesario para realizar el ansiado viaje a Roma («más para satisfacer la curiosidad que para sacar provecho de él», según, al parecer, confesó a J. P. Mariette). Debió de partir hacia abril o mayo de 1728, compartiendo gastos y camino con los Van Loo, Carle, Louis-Michel y François.
De su estancia en Roma, en donde finalmente fue acogido por la Académie de la que entonces era director Nicolas Vleughels, poco es lo que se sabe. Denis-Pierre Papillon de la Ferté (Extrait des différentes ouvrages publiés sur la vie des peintres, París, 1776) habla de la realización de «algunos preciosos cuadros a la manera flamenca».
Si bien algunos dibujos y pinturas conservados de esta época permiten deducir un claro interés de Boucher por el estudio de artistas barrocos, como Bernini, Gaulli y Luca Giordano principalmente, y establecer la hipótesis, sin base documental alguna, sobre posibles viajes a Nápoles, Ferrara, Venecia y Bolonia, lo que quizá justificaría la influencia en sus obras -como en el Hércules y Ónfala, del Museo Pushkin de Moscú- de Giovanni Benedetto Castiglione, llamado el Grechetto (c. 1610-1665).
Con todo, su estancia en Roma no debió de satisfacer plenamente sus expectativas a tenor del consejo que dio en 1766 a su discípulo Johann Christian Mannlich, según cuenta éste en sus Mémoires: «no haga una larga estancia en Roma y no estudie ni a Francesco Albani ni a Guido Reni.
A pesar de su gran reputación, Rafael es un pintor muy triste, y Miguel Ángel da miedo -me dijo-, crea en ellos, pero no se le ocurra imitarles porque se quedaría helado.»
En 1731 Boucher está de nuevo en París. Allí reemprende su trabajo como ilustrador y grabador, e inicia propiamente su carrera como pintor obras de temática religiosa y mitológica.
La primera fechada es Venus pidiendo a Vulcano armas para Eneas (1732, Museo del Louvre, París), que realizó para un oscuro coleccionista, el abogado François Dorbay o Derbais, en cuya casa de la rue Poissonnière el pintor podía exponer cómodamente sus obras de cara a nuevos encargos.
El cuadro supone una clara ruptura con la pintura francesa del momento. La intensidad, al tiempo que evanescencia, de sus colores, sus formas amablemente sinuosas y la sugerente composición que muestra a Venus con una sensualidad fuera de lo habitual y a un Vulcano indolente constituyen un primer ejemplo de la clase de pin- tura que hará célebre a Boucher.
En abril de 1733, el pintor se casa con Marie-Jeanne Buseau, mujer de gran belleza cuyo rostro ha querido verse en varios de sus cuadros, entre ellos en el Reinaldo y Armida (Museo del Louvre, París), con el que Boucher fue recibido el 30 de enero de 1734 (había sido aceptado el 24 de noviembre de 1731) como miembro de la Académie Royale de Peinture et de Sculpture.
Quizá está entrada en la Académie fuese la que le proporcionó al año siguiente su primer encargo para la Corona: unas virtudes y unos putti en grisalla para la Cámara de la Reina del Palacio de Versalles, al que seguirían otros encargos reales, como la Caza del leopardo (1736, Musée de Picardie, Amiens) para la serie de cazas exóticas destinadas a la galería de los petits appartements del rey en el Palacio de Versalles, así como lo fue igualmente la Caza del cocodrilo (1739), también en el Musée de la Picardie de Amiens.
Tras el favor real llegaron los encargos de los particulares (aristocratas y grandes financieros y comerciantes), ávidos de una pintura de temática agradable y, en cierta medida, costumbrista, lo que propició que sus interiores domésticos y, sobre todo, sus temas campestres o pastorales llegasen a disfrutar de gran aceptación.
Boucher supo adaptar el género de la pastoral, con gran arraigo en Holanda -Abraham Bloemaert es seguramente su máximo representante y que en Francia había sido practicado con fortuna en el siglo XVII por Jacques Stella (1596-1657), a los gustos del momento, convirtiéndose en el pintor por excelencia de esas escenas galantes en las que elegantes pastorcillos cortejan con codicia amo- rosa a ensoñadoras campesinas.
Relacionada con el género de las pastorales aparece su actividad como escenógrafo en el Théâtre de la Foire, especializado en ópera cómica y dirigido por su amigo Charles-Simón Favart, para el realizó los decorados y el vestuario de la parodia que en 1743 de las Indes Galantes de Jean Monnet, L’ambigu de la Folie o Le Ballet des Dindons del dramaturgo oficial de la corte Charles-Simón Favart.
Las pastorales están también en la base de la colaboración, iniciada en 1736, de Boucher con la Manufactura de Tapices de Beauvais, dirigida por Jean Baptiste Oudry, lo que proporcionará a su arte una gran difusión en toda Europa.
De los car- tones de tapices se debe destacar la serie de las Fêtes italiennes, escenas rústicas en las que los personajes se divierten bailando, cazando o tocando música, y la serie de la Historia de Psique (1741).
La madurez y reconocimientos de François Boucher
La década de 1740 es la del reconocimiento del pintor. En 1739, Boucher conoce al conde Carl Gustaf Tessin, embajador de Suecia en París, entablando una fructífera relación (en ocasiones se ha creído que el conde fue amante de Madame Boucher) que convertirá al sueco en uno de sus principales coleccionistas (entre las obras que pertenecieron al aristocrata se puede destacar el Triunfo y nacimiento de Venus del Nationalmuseum de Estocolmo, datado en 1740, una de las obras más representativas de la sensualidad pictórica de Boucher en la que lo natural se conjuga en perfecta armonía con lo artificial).
Tres años después, en 1742, el Baño de Diana, una de sus más célebres y sugerentes creaciones (Museo del Louvre, París) se exhibió en el Salón, y en aquel mismo año pintó obras tan cautivadoras como La Totlette o la Dama atándose la jarretera y su sirvienta (1742, Fundación Colección Thyssen-Bornemisza, Madrid), y Leda y el cisne (Nationalmuseum, Estocolmo), ambas adquiridas por Tessin (de Leda y el cisne realizó una versión, hoy en la colección Resnick de Beverly Hills).
Además, llevó a cabo ocho cartones de tema chino para la Manufactura de Beauvais, exponentes no sólo del gusto de la época por las chinoiseries sino del entusiasmo de Boucher por las sedas y porcelanas que llegaban a Europa procedentes del Extremo Oriente.
Entre 1741 y 1747 los trabajos para Luis XV fueron incrementando. En 1744, Boucher realizó una serie de tres pinturas dedicadas a Venus para el apartamento de baños de la residencia real de Choissy, y dos años después se le encargaron dos obras relativas a la historia de Eneas (Venus pidiendo a Vulcano que forje las armas de Eneas y la Apoteosis de Eneas) para los apartamentos del Delfin en el Palacio de Versalles, obras que al ser rechazadas por este último fueron destinadas finalmente a las habitaciones privadas del rey en Marly.
En 1752, tras la muerte de Charles-Antoine Coypel, Boucher se instaló en el Louvre, aunque por razones presupuestarias la plaza de primer pintor del rey ocupada hasta aquel entonces por Coypel quedó vacante.
Boucher trabajó para el rey pero lo hizo también para la maîtresse en titre: la marquesa de Pompadour. Jeanne-Antoinette Poisson, amante del rey desde 1745 hasta 1750 (conservó su carácter de favorita hasta su muerte en 1764 a los cuarenta y dos años), apreció como nadie la obra de Boucher, hasta el punto de que se la puede considerar su principal protectora.
Su relación, que se inició en 1747, se concretó en numerosos trabajos de temática principalmente mitológica, como las telas protagonizadas por Venus (La Toilette de Venus, Metropolitan Museum of Art, Nueva York; el Baño de Venus, National Gallery of Art, Washington) que pintó en 1751 para la Sala de Baños del castillo de Bellevue.
Para su relevante cliente, el pintor también ejecutó pinturas de otros géneros, como escenas de niños desempeñando tareas de adultos (género muy celebrado), de las que el cuadro conocido con el titulo de Artes y Ciencias (c. 1750-1753. Frick Collection, Nueva York) es un magnifico ejemplo.
Entre las obras pintadas por Boucher para la marquesa de Pompadour no faltaron tampoco los retratos, género en el que Boucher nunca se sintió muy a gusto.
Con todo, aparte de algunos retratos de Madame de Pompadour, en los que más que un interés por profundizar en el personaje, casi convertido en inexpresivo pero hermoso maniquí, se adivina una clara voluntad de adularlo a través del tratamiento preciosista del vestuario, los adornos y el lujoso ambiente, pintó otros destacables retratos, como el de Madame de Bergeret (1746, National Gallery of Art, Washington), en ocasiones tenido, sin embargo como retrato de la propia Madame de Pompadour al año de iniciar su relación con el monarca francés.
Tampoco la temática religiosa estuvo ausente de los requerimientos de la favorita de Luis XV ni de la actividad del pintor por excelencia de la vida galante, como lo patentizan obras como la Luz del Mundo, del Musée des BeauxArts de Lyon, y el Reposo durante la Huida a Egipto (1757, Museo del Ermitage, San Petersburgo); ambas composiciones, en cualquier caso, poco ortodoxas tanto desde el punto de vista narrativo como del simbólico.